Curses

Curses se ha curtido durante más de diez años en los afters y clubes más desvergonzados de Nueva York. Lugares en los que podía mezclar su amor por el techno y el house con la new wave y el rockabilly. Después de Nueva York, Luca Venezia aka Curses decidió dar un salto y fijar su residencia en Berlín. Con ese salto, llegaron también un cambio de nombre y de actitud. Si con Drop The Lime era capaz de dinamitar cualquier pista de baile a base de ritmos gruesos y chorretones de ácido, como Curses comenzó a explorar canciones con un formato más clásico. Y fruto de esa evolución ha llegado un primer álbum, “Romantic fiction” (Dischi Autunno, 2018), en el que Curses explora la música de la década de los ochenta desde una perspectiva contemporánea.

 

Creciste en Nueva York, y aunque se te conoce sobre todo por producir y pinchar música electrónica, también has demostrado muchas veces tu amor por géneros como el post-punk o el rockabilly. ¿Tienes una educación musical tradicional?

Comencé a tocar la guitarra con siete años, y después de ver “La bamba” quería ser como Richie Valens a cualquier precio, así que fui al conservatorio y luego a una universidad especializada en música, el Bard College. Pero a pesar de esa educación más formal, siempre he intentado producir música desde una perspectiva DIY.

¿Cuándo descubriste la música electrónica?

Con catorce años fui a mi primera rave en un almacén abandonado de Brooklyn y me enamoré con locura de la energía que desprendía esa música, de la hipnótica conexión entre lo que sonaba y la reacción del público. Hasta tal punto que, después de comprar mis primeros Technics, abandoné la guitarra durante varios años.

Combinando diferentes estilos musicales de un modo natural

En algunas entrevistas has comentado que tu estilo está muy influido por la manera en la que se entiende el clubbing en Nueva York.

Tiene mucho que ver con la superposición de culturas. Y en el hecho de que los miembros de todas las escenas, ya se trate de punkis, raperos, góticos o raveros, cruzan sus caminos y se mezclan de una forma continua y desprejuiciada. Es una manera única de entender la vida nocturna, que te permite combinar diferentes estilos musicales de un modo natural.

Aunque Curses es el alias que más utilizas en la actualidad, también has grabado como Drop The Lime o Luca Venezia. ¿Cuáles son las diferencias entre los tres proyectos?

Drop The Lime fue mi primer proyecto, más orientado hacia el bass, y Luca Venezia el nombre que utilizaba para hacer música de documentales o bandas sonoras. Curses es mi nombre artístico en la actualidad, con el que produzco y pincho, en general con una orientación dark disco, EBM y cold wave.

«Berlín es un lugar perfecto para ser fiel a tí mismo»

Tu primer álbum como Curses, “Romantic fiction”, es la consecuencia de una evolución sonora que comenzó hace cuatro años. ¿Qué te llevó a ese giro de estilo? ¿Tuvo algo que ver Berlín?

El cambio de ciudad me permitió concentrarme en la música. Berlín es un lugar perfecto para ser fiel a tí mismo. Por la sencilla razón de que puedes soportarlo a un nivel económico. Además, me vi sumergido en una escena que reverenciaba la música disco de los ochenta: el italo, la EBM y la new wave, estilos que siempre me habían gustado pero que nunca había intentado tocar como productor. Desde luego, no habría podido hacerlo en Nueva York.

Reconexión con la música de los ochenta

Como tú mismo comentas, las principales influencias del álbum tienen que ver con los ochenta. ¿Es una especie de homenaje, una reconexión con la música que escuchabas en tu infancia?

Sin duda, es un tipo de sonido que me devuelve a mi juventud, pero al mismo tiempo siento un nuevo tipo de entusiasmo porque estoy descubriendo a muchos artistas y canciones de aquella época que eran demasiado oscuros para que un niño tuviera acceso a ellos, y que pueden conseguir que te vuele la cabeza en la actualidad.

Es un disco muy centrado en el formato de canción, con muchos de los temas por debajo de los cuatro minutos de duración y un tono abiertamente melancólico. ¿se trata de un disco de naturaleza conceptual, pensado más para la escucha casera que para el club?

Durante la mayor parte de mi carrera he producido temas enfocados a la pista de baile y el club. Pero en esta ocasión sentía la necesidad de escribir canciones que me gustaran. Sin pensar en cómo funcionarían en una discoteca, y sin tener que forzar la velocidad de los BPMs hacia arriba. Pero la verdad es que espero que el disco funcione a diferentes niveles: en casa, en el club, con cascos mientras vas por la calle… y que en cada escenario tenga lecturas distintas.

El curioso toque humano del que mucha de electrónica actual carece

Has grabado tú mismo todos los instrumentos. Algo que aporta al álbum un curioso toque humano del que mucha de la música electrónica actual carece. ¿Por qué tomaste esa decisión?

Este disco es muy personal para mí, en particular por las letras. Y obligarme a tocar todos los instrumentos era una manera de reconectar con esa inocencia y honestidad que sentía cuando comencé a tocar la guitarra de niño. Por eso era tan importante tocarlo todo yo mismo. Incluso instrumentos en los que no soy particularmente bueno, como la batería. Además, seguir pinchando durante otros quince años habría sido demasiado sencillo, y no me gusta ser perezoso.

Es inevitable preguntar qué tipo de instrumentos has utilizado para grabar el disco.

Muchas de las guitarras están grabadas con una Fender Jazzmaster barítona, combinada con una Gretsch Chet Atkins semi-Hollow. También he alternado las baterías con viejas cajas de ritmos, como la DR660, y una Tempest actual. Es precisamente esa idea. Superponer capas grabadas con instrumentos de diferentes épocas y timbres. Lo que permite que los sonidos tengan una naturaleza diferente. También hay mucho trabajo de proceso granular con los sintetizadores y las texturas de fondo.

Has comentado antes que las letras eran un elemento importante. ¿De qué tratan?

En general, de cosas que han sucedido en mi vida en los últimos tiempos. Por ejemplo, un amigo muy cercano murió hace unos meses, y eso me empujó a escribir una canción con la que recordarlo.

Vocales a cargo de Perel y Jennifer Cardini

Aunque has grabado todos los instrumentos, hay dos colaboraciones vocales a cargo de Perel y Jennifer Cardini. ¿Qué te atraía de trabajar con ellas y cuál ha sido su papel?

Jennifer es la dueña de Dischi Autunno, el sello en el que se ha publicado el disco, y “Silence in the dark” es una de sus canciones favoritas, así que decidimos cantarla entre los dos; algo estupendo, porque le ha añadido un suave acento cold wave. En cuanto a Perel, somos buenos amigos. Un día que estaba por el estudio la convencí para que grabara una de las canciones. Algo extraño sucedió, porque de repente estaba poseída por el espíritu de Nina Hagen, y en sólo un rato le puso letra a “Gold & silber”.

¿Cómo piensas llevar este disco al directo? ¿Estás formando algún tipo de banda?

De hecho, es algo que ya ha sucedido. He montado una banda con guitarras y sintetizadores, y el debut fue en la cantina del Berghain en noviembre. Dentro de poco podréis ver el espectáculo en España.

www.cursesforever.com

soundcloud.com/cursesforever

Entrevista: Vidal Romero
Foto: Chris Mauberque

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