Tokyo Vice se trataría de una de las grandes apuestas de HBO Max, y en formato serie, para esta primera mitad del año. Un drama que gira (sin urgencias) entre lo policial, criminal, periodístico y social.

Un relato basado en las memorias escritas en 2009 por el periodista Jake Adelstein –y de mismo título- donde él mismo cuenta su experiencia en el desidioso, anémico pero aún agitado Tokio de finales de los noventa.

El arranque intrigante y magnético de Tokyo Vice

No en vano, y con tan solo 24 años, Adelstein fue el primer occidental trabajando para el mayor diario de Japón, el Yomiuri Shinbun. A lo largo de los ocho episodios con los que cuenta esta primera temporada (aunque no sea oficial intuyo habrá alguna más) conoceremos los subidones y las miserias de ser el primer ‘gaijin’ en trabajar en dicho diario. Algo repleto de trabas y en absoluto sencillo. Y ya os digo que el idioma no es precisamente uno de esos obstáculos.

Tras superar lo que nadie de su condición hubiese logrado antes, redactaría para la sección policial (sucesos), algo que pronto le conducirá directamente hacia la infame pero estricta Yakuza. Codearse con ella –nos quedamos con dos sindicatos, por ahora, Tozawa y Chihara-Kai- le empuja a ser tanto embaucado como amenazado o golpeado. Quien con cuchillos juega… ya sabemos.

El caso es que llegó a ser el interlocutor preferido de ésta. Una mafia ancestral (S. XVII) en constante lucha contra los malos tiempos, y bueno, con los cambios siempre es más sencillo patinar.

El planteamiento de esta primera tanda de Tokyo Vice comienza francamente bien. De la mano de Michael Mann (“Heat”, “Manhunter”). A partir de ahí pasa el testigo a directores como Josef Kubota Wladyka o Hikari, diluyéndose poco a poco la geometría en forma de pesadilla, la sordidez y la atmósfera sombría, incluso apelmazada y nostálgica de una sociedad nipona en crisis que el primero sí logró reflejar. Con el paso de los capítulos, en el desarrollo de varios personajes principales, si se peca, es con inocencia.

Viviendo en primera persona en una metrópolis a reventar de tugurios y tascas

Tokio. La ambientación a pie de calle, pequeñas tascas oscuras repletas de vapor, pisos que son cajoneras -nada que ver con la sofisticación nipona que todos siempre imaginamos- o clubes donde se olisquea el vicio y el sudor junto a todo lo que imaginemos pueda ser adulterado. Genial por ahí.

Es en el desarrollo de la historia, de su enfermiza fijación entre el vacilante personaje de Adelstein (interpretado por Ansel Elgort, entre lo convincente y lo cirquero) y Samantha (Rachel Keller), donde nos vemos achicando aguas. Y algún azucarillo que se nos cuela en estas.

Los adeptos a maestros como Takeshi Kitano o Kinji Fukasaku acabarán seguramente comiéndose la merienda en otro lado. Aunque la serie está bastante lograda, con careos potentes y con escenas muy eficaces, el ritmo de la misma no es tan espontáneo como, al menos este que os escribe, le hubiese gustado. No hablo de tener salpicada siempre la cara de sangre, sí de desarrollar menos algunas ambiciones o romances que no van a ningún sitio, quizás si darle más cancha a los complots, las disputas, posiciones incómodas como el trato, la discriminación de los japoneses a los coreanos… y como no, a personajes que finalmente acaban de un modo u otro centrando toda la atención como Tozawa (Ayumi Tanida). Impresionante hasta sin articular palabra.

Conclusión rápida

Si se confirma una segunda temporada –repito, me huelo que sí, pues además esta primera concluye con varios francos abiertos, de algunos como lo de Sato ¡necesitamos saber más! Y su audiencia no para de subir  vais a tener igual de pegado al sillón, ya os lo digo.

Tokyo Vice

www.hbomax.com/es

Texto: Bruno Garca

 

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