El productor irlandés Max Cooper es una rara avis: tras estudiar biología y matemáticas se lanzó al mundo de la música electrónica y dedicó diez años de su vida a recorrer los clubes de medio mundo, pinchando un techno evocador y de elevado poder melódico. En un momento de crisis, sin embargo, decidió dar un giro a su vida, recuperar su pasión por la ciencia y las artes visuales, y buscar la manera de integrarlas dentro de su particular concepción musical. Y el resultado es un espectáculo audiovisual, Emergence, que se inspira en las leyes de la naturaleza, que bucea en esas formaciones y estructuras aparentemente caóticas que pueblan el universo, para encontrar formas, ritmos y patrones de una belleza magnética y sobrenatural. Podremos disfrutar de Max Cooper el próximo sábado 24 de febrero en la barcelonesa Sala Razzmatazz, dentro del XVI aniversario de su mítica sala The Loft.

Nací en Irlanda del Norte, en Belfast, en una casa en la que convivían el sonido ambiente de las clases de piano que daba mi madre con el synth-pop de los ochenta que escuchaba mi hermana. En aquella época nunca llegué a pensar que acabaría por dedicarme a la música, pero había ciertas formas sonoras que me afectaban de manera poderosa, casi siempre melodías y progresiones de acordes realizados con instrumentos electrónicos. Así que cuando empecé a obsesionarme con ser DJ, decidí revertir el proceso y redirigir esos sentimientos que me provocaba la música hacia la composición. Mi mayor epifanía a esa edad fue la de ser consciente de mí mismo, y de hecho gran parte de mi trabajo trata sobre la idea de introducirme en la conciencia del oyente, aunque en un buen sentido. Por eso utilizo muchas técnicas binaurales o de sumersión, y muchos tonos constantes. Realizaste estudios en biología, matemáticas y genética ¿Por qué te dedicaste después al mundo de la música? Porque podía proporcionarme un estilo de vida divertido y mucha libertad creativa. Pero mis otros intereses se están volviendo más importantes para mí a medida que transcurre el tiempo, así que es posible que vuelva a ellos en un futuro próximo.

Alguna vez has reconocido que esos estudios influyen en la manera que tienes de hacer música. ¿Cuáles son los puntos comunes en disciplinas tan distintas entre sí, al menos a primera vista? El mayor vínculo es de carácter visual. Las artes visuales me han interesado desde siempre, al mismo nivel que la música, y la ciencia me permite establecer conexiones entre esos dos ámbitos. Por otro lado, la naturaleza es una fuente de inspiración maravillosa, así que trabajar sobre ideas de origen científico y luego buscar imágenes que las acompañen suele dar muy buenos resultados. En mi caso, el punto de partida suele estar siempre en algún lugar entre lo científico y lo visual, un concepto general al que la música sirve de acompañamiento. Pero a veces puedo desarrollar una conexión aún más explícita con ese concepto, por ejemplo creando un orden rítmico a partir del caos que supone un montón de gotas de lluvia que caen al suelo. La vida, en el fondo, también emerge del caos.

Tus primeros maxis, hace ya diez años, estaban enfocados hacia la pista de baile, pero al mismo tiempo poseían un sentido de la melodía muy particular (lo que explica, por cierto, que te ficharan en un sello como Traum) ¿Cuáles eran tus influencias por entonces? Plaid, Boards Of Canada, Nathan Fake, Blamstrain, Lamb, Aim, Vector Lovers, Ulrich Schnauss…

Hace cinco años comenzaste a trabajar de una manera más contemplativa ¿Te estabas cansando de la vida de DJ, o buscabas un cambio que hiciera las cosas más interesantes? Si alguna vez consigo crear una pieza de música que pueda considerarse perfecta, dejaré todo de inmediato y me tiraré por un acantilado. Pero mientras llega ese momento necesito probar cosas nuevas de una manera continuada. Tengo en la cabeza un tipo muy particular de sonido, algo que conozco de un modo íntimo y que siempre me ha acompañado, pero todavía no he sido capaz de encontrar las herramientas con la que expresarlo.

Tu carrera dio un giro importante con el EP Fragmented self part one (2013), grabado junto al pianista Tom Hodge ¿Cómo llevasteis a cabo esta colaboración? En aquella época estaba intentando producir temas que quedaran fuera del ámbito del techno, y Tom fue un compañero de viaje estupendo. A veces me mandaba algunas improvisaciones para que trabajara con ellas, otras veces era yo el que le mandaba alguna progresión de acordes para que compusiera algo a su alrededor, incluso nos sentábamos a improvisar mano a mano cuando podíamos. Probamos todo tipo de ideas, que algunas veces funcionaban y otras veces no, pero en el proceso aprendí muchas cosas.

Al año siguiente apareció un álbum, Human (2014), que supuso el paso definitivo dentro de ese cambio de estilo en el que te habías embarcado: un disco pensado para escuchar en casa, y no para el club. Mis intereses y mi propia personalidad, habían trascendido desde siempre los límites del techno, así que una vez conseguí alcanzar un cierto nivel técnico dentro de la música de club empecé a preocuparme, pensaba que iba a quedar atrapado dentro de un género muy determinado. Tenía que ensanchar mis propias fronteras y mis capacidades, buscar una nueva manera de expresión. Y aunque con este disco realicé algunos avances en esa dirección, creo que no conseguí alcanzar mis objetivos hasta el disco siguiente, “Emergence” (2016). Ahí fue cuando aprendí a utilizar las visualizaciones científicas, cuando aprendí a mezclar de manera suave la música electrónica y los recursos del directo, descubriendo todo un mundo nuevo que explorar.

Sin embargo, en la gira de Human ya trabajabas con recursos audiovisuales. En realidad, comencé a trabajar en “Emergence” justo después de publicar “Human”. Al principio no se trataba de un nuevo disco, sino de un espectáculo audiovisual, construido a partir del concepto de “emergencia”. Es decir, de cómo, a partir de algunos sistemas simples pueden emerger resultados insólitos e inesperados, y cómo esos resultados se engarzan en una línea temporal que abarca desde antes del big bang (suponiendo que la palabra “antes” signifique algo en este contexto) hasta un futuro que todavía no conocemos. Para llevar a cabo esa idea monté un equipo que me permitiera manipular visuales en directo; una mezcla de Ableton y Resolume, capaz de editar, añadir efectos y superponer capas de vídeo e imagen en sincronía con la música que estuviera tocando en cada momento. Y una vez montado, comencé a componer piezas para el espectáculo, a trabajar con artistas, matemáticos y científicos que pudieran proporcionarme los contenidos visuales que necesitaba. El proceso se convirtió en algo tan grande y complejo, hizo que afloraran tantas ideas nuevas, que dos años más tarde, y cuando ya había realizado un montón de representaciones, decidí convertirlo en un disco.

Entre esas colaboraciones de las que hablas destaca una que realizaste con la arquitecta Zaha Hadid ¿Cómo fue trabajar con alguien de ese nivel? Creamos una instalación, una proyección de más de cien metros de largo, sobre la fachada de un castillo. Se trataba de un acompañamiento musical para una pieza que ella había diseñado, Behaviour morphe, que reflejaba el comportamiento humano dentro del espacio del castillo, a través de figuras reconocibles, que primero se convertían en estructuras celulares y poco a poco tomaban la forma de curvas y superposiciones. Ese lenguaje, tan reconocible, que utilizaba Zaha Hadid en sus proyectos de arquitectura.

Emergence recuperaba algunos elementos que ya habías utilizado en Human, como los pianos de Tom Hodge o las vocales de Kathrin deBoer, pero expandidas hasta niveles muy altos de sensibilidad y detallismo ¿Qué produjo ese salto hacia delante? Las herramientas que había desarrollado me permitían pensar en el proyecto como un todo, y no sólo como un lanzamiento discográfico. Había empezado a divertirme después de mucho tiempo, y a olvidar esa idea de que terminaría encasillado dentro de la escena de clubs. Me veía capaz de hacer algo que encajara en esa escena, pero que también me permitiera desarrollar mis otros intereses.

Tengo entendido que utilizaste un software generativo, programado especialmente para el proyecto. Tengo un cuadro de Jackson Pollock colgado en mi estudio, y durante algunos años he buscado la manera de trasladar esa belleza visual a un formato musical. Con ese fin, comencé a investigar los procesos generativos, utilizando Max y algunas herramientas de modulación. El resultado fue un auténtico desastre, pero me permitió extraer algunas secuencias rítmicas, que luego fui tratando y manipulando con más detalle.

Durante 2017 has publicado dos EPs, Chromos y World passing by, que de nuevo exploran sonidos y estructuras cercanas a la estética de club. ¿Es una manera de dar un paso atrás y tomar aire, antes de embarcarte en un nuevo proyecto? La música que hago es siempre un reflejo de mi estado anímico y de mi vida en un momento determinado. Mi retirada de los clubes fue una consecuencia de las dificultades que atravesaba en un momento determinado, con mi vida patas arriba después de girar mucho y de salir mucho de fiesta. Pero, después de muchas pruebas y experimentos, he encontrado una manera de hacer las cosas que me permite ser feliz y me deja mucho campo libre para expresarme, así que parecía un buen momento para recuperar ese lado más relacionado con los clubes.

Entonces, ¿cuál es tu relación con la escena de clubes ahora mismo? ¿Sigues interesado en pinchar? Me encanta la escena de clubes, ha sido una parte fundamental de mi vida durante muchos años, y su influencia persiste en la música que hago, aunque sea a un nivel subliminal. Lo que me interesa ahora es abordar la experiencia de ir a un club desde un punto de vista más abierto, menos conformista, y eso incluye trabajar con video o con instalaciones de luz sumersivas, como en mi proyecto “Aether”.

¿Y cómo preparas un set de DJ para un entorno de este tipo? Se trata siempre de una combinación de música propia y de temas de otros artistas. Pero nunca preparo mis sets demasiado porque me gusta adaptarme al entorno y al ambiente que me encuentro en cada lugar. Y lo mismo sucede con mis actuaciones en directo: nunca llevo un listado de canciones escogido de antemano, incluso puedo introducir modificaciones en el sistema de video en tiempo real, para que cada concierto sea una experiencia única.

¿Puedes adelantarnos algo acerca de tu concierto del fin de semana en Razzmatazz? Viviremos una experiencia audiovisual intensa y muy hermosa, pero el resultado final dependerá de lo que el público quiera ver y oír.

Para terminar, “Emergence”, “Chromos” y “World passing by” se han publicado en tu propio sello, Mesh. ¿Por qué has decidido dar este paso? ¿No es mejor dejar que otras personas se preocupen por los temas de marketing y comercialización, para concentrarte en hacer música? Me apasiona la manera en la que la música puede formar parte de grandes proyectos de arte o de ciencia. Quería tener una plataforma que me sirviera para explorar todo ese tipo de ideas, y también para publicar proyectos de otras personas.

El primero de esos fichajes es Rob Clouth, un productor que también ha publicado en Traum, y que colabora en uno de los cortes de “World passing by”. Rob siempre ha sido una gran inspiración para mí, tanto a nivel musical como en la ética de trabajo que mantiene, y que incluye programación, ciencia y muchas técnicas desarrolladas por él mismo. Así que encajaba de manera perfecta en la idea que tengo de Mesh; de hecho, una de las razones para montar el sello fue que aceptó formar parte del proyecto. Ahora mismo, Rob se está embarcando en el diseño de un nuevo software, una idea revolucionaria que hará que se nos vaya la cabeza a todos, y que lo convertirá en uno de los artistas más importantes de los próximos años. Estoy desando ver cuáles son sus nuevas ideas.

maxcooper.net

Entrevista: Vidal Romero

 

MAX COOPER :: RAZZMATAZZ
24 de febrero de 2018 / The Loft, Razzmatazz / Barcelona
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