La ciudad de Nueva York se redibuja con intervenciones como la del High Line, un parque urbano lineal construido sobre las vías del tren. Este mirador invita a descubrir Nueva York a diez metros de altura, todo un ejemplo de cómo preservar el patrimonio y convertirlo en un nuevo espacio público para la ciudad.

Por desgracia, pocas veces tenemos la ocasión de aplaudir un proyecto no solo por el resultado construido que nos ofrece, sino también por sus mecanismos de gestación. El High Line de Nueva York es un ejemplo de cómo un movimiento ciudadano puede materializar un proyecto de estructura pública para la ciudad. Tras la inauguración de la segunda fase de este proyecto, y a la espera de que comience a construirse la última sección, merece la pena revisitar el proyecto y su desarrollo. En los años treinta se construyó la infraestructura del High Line, unas vías de tren elevadas que eliminaban el tráfico de carga de uno de los barrios industriales más grandes de Manhattan. Cuando en 1980 los trenes dejaron de circular por el High Line, las vías se convirtieron en un lugar abandonado y conflictivo. Ante la decadencia que conlleva el desuso de una estructura histórica de estas características, grupos ciudadanos comenzaron a movilizarse para proponer, frente a la decisión de demolición, alternativas de uso para el lugar.

Desde 1999, Friends of the High Line trabaja conjuntamente con las instituciones de la ciudad de Nueva York para preservar y mantener la estructura como parque elevado. El objetivo de esta organización ciudadana es mantener la línea férrea como un bien público y conservar el estado de vegetación espóntanea que ya se había apropiado de la estructura. Este planteamiento de reutilización y renovación de esta estructura urbana obsoleta ha tenido éxito gracias a la propuesta del estudio de arquitectura de Diller Scofidio + Renfro en colaboración con los arquitectos paisajistas de James Corner Field Operations. Tras el concurso de ideas convocado en el 2003 para diseñar el nuevo escenario del High Line, el equipo escogido planteó una intervención en tres fases que comenzaron a construirse en el 2006. El proyecto tenía por objetivo entender el nuevo parque lineal elevado como una plataforma para mirar la ciudad. La propuesta posee la fuerza de combinar la imagen de una plataforma posindustrial con la naturaleza que resurge de las vías, una imagen que conserva la nostalgia del pasado mientras los elementos verdes se apropian del tiempo transcurrido.

Sin duda, el trabajo añadido del paisajista Piet Oudolf, conocido también por sus trabajos junto con Peter Zumthor, entre otros, ha sumado calidad a la propuesta. El proyecto, que se compone de caminos, puntos de acceso conectados con otros transportes públicos, zonas para sentarse, iluminación y plantaciones, tiene un éxito marcado por la intensidad del uso que ahora se puede dar al lugar. Este mirador urbano invita a seguir el camino, ahora verde, de las antiguas vías, como si el movimiento del tren se convirtiese en parte del patrimonio intangible que puede disfrutar el paseante.

Así como otros núcleos verdes de la ciudad, el Central Park por ejemplo, tienden a aislar al visitante dentro de la densa malla urbana, el High Line invita al recorrido y a apropiarse de la ciudad desde esta plataforma. El equipo de diseñadores reevalúa de esta manera el significado de parque urbano. El paisaje de la ciudad es sin duda otro desde esa altura, y el escenario visitado parece suspendido en el tiempo, entre el recuerdo de lo que fue y el significado que se construye con cada paso. ¿No es este uno de los grandes retos de la arquitectura hoy, saber reconvertir los espacios existentes de la ciudad? Esta forma de trabajar sobre el patrimonio construido es una manera de subrayar que la obsolescencia urbana tiene soluciones, como las aportadas en esta ocasión. Los arquitectos Diller Scofidio + Renfro ya habían demostrado con obras como su Blur Building en Iverdon-les-Bains, Suiza, que la arquitectura ambiental es una alternativa hoy para seguir preguntándose desde la disciplina hacia dónde nos dirigimos. El High Line ofrece a la ciudad un nuevo caminar que seguro que no deja indiferentes a los que lo puedan disfrutar y dejar atrás el ritmo vertiginoso de la gran manzana.

www.thehighline.org

Texto: Ester Giménez
Fotos: Iwan Baan

Comparte este artículo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *