Con sólo tres EPs publicados, la figura de Autarkic se ha convertido en una de las que tienen mayor proyección en el mundillo de la música electrónica actual. La clave está, por un lado, en su pertenencia a la “escena” de Tel Aviv, con la que comparte ese gusto por mezclar pop sintético, recursos de la new wave y ecos orientales en temas que miran de reojo a la pista de baile. Y por otro, en su habilidad para esculpir canciones de estructura atípica, pero que se adhieren a la oreja con insultante destreza. Su primer disco largo, I Love You Go Away (Disco Halal, 2017), una especie de tratado acerca del derrumbe emocional y la complicación de sentimientos que surgen tras una ruptura de pareja, confirma su rareza y su valía.
Comencé a tocar música muy tarde, con veinticinco o veintiséis años. Era algo que siempre había querido hacer, pero no sabía muy bien cómo: de pequeño no había estudiado ningún instrumento, no había tenido tutores o padres que me empujaran en ese sentido, así que llegué a pensar que aquello no era para mí. Hasta el día en el que fui a un concierto en el que los músicos lo tocaban todo con sintetizadores, samples y demás cacharros electrónicos; aquellas sí me parecieron cosas que yo podía hacer. Debía ser el año 2010 o 2011. La confesión de Nadav Spiegel, que habla desde algún lugar de Tel Aviv, explica por qué en sus producciones como Autarkic hay siempre un halo de imperfección, un cierto grado de amateurismo del que él, sin embargo, sabe aprovecharse. Con lo que ya no está tan de acuerdo es con el papel que su ciudad natal ha jugado a la hora de formarse como artista. No creo que Tel Aviv sea un lugar tan aislado como pensáis en Europa –reflexiona-. Hay un circuito de clubes al que vienen Dj de todo el mundo continuamente. Además, estamos en la era de Internet, y en general somos gente que suele salir fuera: yo mismo he vivido durante algunas épocas en Berlín y en Ámsterdam, y te puedo asegurar que la escena que hay ahora mismo aquí es mucho más rica e interesante.
Eso sí, a pesar de que se sienta orgulloso de lo que sucede en su ciudad, tampoco quiere lanzar las campanas al vuelo. Lo que llamas escena consiste básicamente en los nombres que todo el mundo conoce: Moscoman, Red Axes, Naduve y algunos más. Somos amigos desde que éramos pequeños, hemos crecido juntos y solemos ayudarnos los unos a los otros. Todo comenzó porque algunos comenzamos a pinchar y a tocar hace ya mucho tiempo, y poco a poco fuimos buscando nuestro hueco dentro de la ciudad, hasta que al final parece que ha explotado de alguna manera.
En cualquier caso, sí que existen unos rasgos comunes: la influencia del pop sintético de los ochenta y de la música new wave, el uso de sonidos de clara raíz oriental… La música de los ochenta es la que sonaba cuando yo era pequeño, así que es normal que algo se haya quedado en mis canciones. Y en cuanto a la New Wave, es algo que también me interesa, pero en menor medida. Hay muchos artistas que no me gustan o con las que no me siento identificado. En realidad, relacionar mis canciones con la New Wave es algo que no responde del todo a la realidad, porque existen otros estilos mucho más importantes para mí, como el punk o el rock’n’ roll, la música africana y la oriental, que tienen mucha presencia en mis canciones. Creo que mi nuevo disco, I Love You Go Away, es un buen ejemplo de esto que te cuento: es dubby, es un poco house y un poco pop, es la suma de todas mis influencias metidas en un mismo saco.
En ese sentido, escuchando tus producciones da la impresión de que escribes canciones, antes que pistas o temas. Es totalmente cierto. Para mí lo importante es siempre la canción. Me gusta escribir canciones aunque sea de una manera atípica, aunque solo sea algún esqueleto que funcione bien por sí mismo y que luego me permita comenzar a dar vueltas a su alrededor.
Sin embargo, también eres capaz de producir buenos temas de club, como los que incluye tu tercer maxi, Rotation! Rotation! (2016). En Rotation! Rotation! hay temas mucho más orientados a la pista de baile por- que era algo que me apetecía experimentar, pero están concentrados en la cara A. La cara B, en cambio, es mucho más introspectiva y tranquila. De hecho, dos de esos temas podrían haber terminado en I Love You Go Away, porque estuve trabajando en ellos durante la misma época, y porque reflejan las ideas que estaba desarrollando para el disco. Intento siempre que las cosas que hago se puedan escuchar en casa, que no sean simplemente discos de club, porque siempre he pensado que los discos de club tienen una fecha de caducidad, que después de un cierto tiempo pierden vigencia e interés.
¿Quizás por ese motivo le das tanta importancia a las melodías? Las melodías son muy importantes para mí, es también cierto. Siempre intento que sean melodías sencillas, con líneas simples y cortas que me permitan ir desarrollando diferentes cosas a su alrededor, pero que al mismo tiempo estén siempre presentes y que permitan seguir reconociendo la canción en cualquier momento. De algún modo, me siento un poco como un cantante folk, que va narrando toda su historia agarrado a una serie breve de acordes.
Esto que cuentas me lleva hasta algo que también pensaba: que muchos de los arreglos y elementos que aparecen en tus canciones, todos esos giros extravagantes que las hacen tan particulares, son fruto de la improvisación. La improvisación es una herramienta que utilizo con mucha frecuencia. Suelo trabajar de una manera muy intuitiva: llego al estudio, conecto todos los aparatos y empiezo a grabar. Pruebo algunas cosas con el sampler, añado acordes con las guitarras o toco alguna línea con los teclados. Luego lo escucho todo y voy editando algunas partes, intentando reproducir los fragmentos que más me han gustado o incluso utilizando samples de mis propias grabaciones como base para seguir adelante. Y mientras hago todas esas cosas voy dando vueltas a la letra, que siempre va tomando forma a la vez que la música. No sabría hacerlo de otra manera.
O sea, que eres de esos músicos que utilizan el estudio como si fuera un instrumento. En realidad, mi instrumento principal es el sampler. Es el auténtico corazón de mi estudio, el aparato con el que mejor soy capaz de dar forma a mis ideas. Luego también utilizo instrumentos más convencionales, como percusiones, guitarras o un teclado Casio. Lo que no me interesa demasiado es el ordenador: prefiero no acercarme mucho a él, dedicar mi tiempo a trabajar los samplers y a tocar en directo mientras estoy grabando cosas.
Quizás esa manera de trabajar, tan orgánica, sea la que le da a I Love You Go Away tanta coherencia interna. El disco suena como un viaje, con todas las canciones saltando unas dentro de las otras y las letras dando vueltas alrededor de temas comunes. En realidad, lo que refleja el disco es mi idea particular de lo que significa el romanticismo. Y, bueno, entiendo esa sensación que tienes acerca de que las canciones van encajándose las unas en las otras porque es de esa manera como fue creciendo el disco: comencé escribiendo la primera canción, esa que funciona como una intro, y luego seguí trabajando alrededor de la segunda canción, y solo cuando la tenía más o menos terminada pasé a la tercera. Siempre había alguna vuelta atrás para realizar algún ajuste o para cambiar algunas cosas, de manera que dieran más sentido a lo que vendría después, pero en general se trataba de ir hacia delante, que es lo que produce esa sensación de continuidad.
¿Y cuál es entonces el concepto dentro del disco? Porque el romanticismo es algo demasiado abstracto. En realidad, el concepto general es bastante fácil de entender: solo tienes que fijarte en el título del disco para hacerte una idea. Es una mezcla de situaciones personales y de reflexiones acerca de cuestiones generales, pero que siempre giran alrededor de lo que significa tener una pareja y de cómo las relaciones pueden ir deteriorándose. Que es algo que también se nota en el tono que va adoptando el disco, que en su primera cara es mucho más luminoso y feliz, pero que después se va oscureciendo, se vuelve más triste a medida que se acerca el final. Así que sí, en el fondo se trata de un viaje con un mensaje muy claro, que se va desvelando poco a poco.
Tus directos tienen fama de ser muy buenos. ¿Cómo los planteas? Mis directos son parecidos a lo que hago en el estudio, aunque con un poco más de planificación, porque ya parto de canciones hechas: llevo mis instrumentos, los organizo y voy disparando cosas y tocando por encima de esas bases. La única diferencia es que cuando toco en clubs intento escoger siempre mis temas más bailables o transformo los otros en cosas que se puedan bailar. A veces es muy interesante: si se me mete en la cabeza, puedo llegar a convertir una balada en un hit de baile.
Entrevista: Vidal Romero
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