Cala Mijas 2022 se ha celebrado en el verano en que más se ha hablado de festivales en los medios de comunicación españoles; de sus carencias, de sus aciertos y de la manera en que tratan al público, de los abusos que cometen algunos promotores y el despilfarro de dinero público que debemos a otros, de esa uberización de servicios en la que andan muchos metidos, y hasta de la existencia de una supuesta burbuja a punto de explotar.
En el verano en que todo esto ha sucedido, afrontar la primera edición de un nuevo festival debió ser como lidiar con los exámenes de fin de carrera. Un trance del que el festival Cala Mijas ha salido mucho más que aprobado.
Cala Mijas 2022: un entorno muy cuidado
El recinto de Cala Mijas 2022 se descubre, como una elección estupenda. El espacio, que parece formar parte de un parque periurbano, está situado en pendiente, al abrigo de construcciones anodinas, y regado por un puñado de árboles que incluso sirven para cobijar el menor de los escenarios, La Caleta, dedicado a la música electrónica.
La decoración, con un estilo entre campestre y hi-tech, puede despistar al principio, pero el espacio está bien pensando y los detalles muy cuidados. Es suficientemente grande para acomodar sin estrecheces a los más de treinta mil espectadores que llegaron a pasar alguno de los días, y al mismo tiempo muy manejable, fácil de dominar y de circular por él.
Al sonido también se le ha puesto cariño, aunque se echara de menos un poco más de presión en determinados conciertos. Y lo mejor: abundan los núcleos de aseo (que, además, están siempre limpios) y las barras, lo que evita perder tiempo y permite concentrarse en lo importante, la música.
Una propuesta transversal
En ese sentido, el cartel era una de las cuestiones que más llamaban la atención de Cala Mijas 2022, por la ensalada de estilos y acentos que proponía. A su favor, y a pesar de que lo fácil habría sido contentar a la abundante parroquia extranjera que habita en Málaga, destacaba la inclusión de muchas bandas españolas. Incluso de jóvenes artistas andaluces, con tanta proyección como Chico Blanco o Dalila, que devolvieron la confianza con dos sets muy inspirados.
A su favor, también, el cariño con el que estaba programado el escenario de La Caleta, en el que se alternaron apuestas seguras como John Talabot, Overmono o Daniel Avery, con propuestas de nuevo cuño tan interesantes e intensas como Charlotte Adigéry & BOLIS PUPUL, que de otro modo sería difícil ver en este país (me fastidió mucho perderme su concierto, por cierto, pero coincidía con el de Kraftwerk, palabras mayores).
La transversalidad de ese cartel se contagió después al público del festival, y si en el concierto de Arctic Monkeys abundaban los jovencitos y en el de Nick Cave se veían (muchas) canas, otros como el de Liam Gallagher convocaron a toda la familia: desde veinteañeros aficionados al rock a parejas de jubilados ingleses, que se abrazaban y seguramente recordaban los años salvajes que vivieron durante las décadas de los ochenta y los noventa.
Incluso me encontré a un conocido que había llevado a su hijo adolescente a ver a Kraftwerk: mientras su padre charlaba conmigo, antes de enfilar el camino de salida, el pobre chaval daba saltos, fascinado por el infierno que Chemical Brothers empezaba a desplegar en otro de los escenarios.
Viejos héroes en plenitud en Cala Mijas 2022
Por supuesto, hubo un puñado de conciertos buenos y hasta algunos memorables. El jueves Róisín Murphy dio toda una lección de funk retorcido y pop pegajoso, y que Arctic Monkeys alternaron momentos de mucha adrenalina (sobre todo cuando sonaron sus hits más famosos) con otros menos inspirados. Que Uniforms merecerían haber tenido mucho más público, y que Bonobo puso un broche estupendo a la noche.
El viernes fue, sin duda, el día de un Nick Cave inmenso, que mantuvo hipnotizado al público durante más de dos horas. Kraftwerk, justo después, ofrecieron ese show que todos conocemos hace años, pero que sigue funcionando a la perfección (comentaba con un amigo que es como tropezar con una de tus películas favoritas en televisión: conoces la historia, te sabes los diálogos de memoria, pero aún así la vuelves a ver hasta el final).
Chemical Brothers, que son los mejores en lo suyo, hicieron lo de siempre: vaciar el resto de escenarios del festival y zarandear al público a base de beats gruesos, subidones adrenalínicos y un despliegue visual cargado de psicodelia. Hot Chip, en cambio, dieron un concierto triste y deslavazado (había casi más gente viendo a El Columpio Asesino, y con razón), y 2 Many DJs abrieron su set con un remix ravero de Rosalía.
Una despedida por todo lo alto
Como ya hemos dicho, el sábado creció la afluencia de extranjeros, sobre todo ingleses, al calor de un Liam Gallagher que salvó los muebles gracias a su cancionero y a la entrega del público. Mucho mejor estuvieron Nathy Peluso, una artista todavía en crecimiento, y James Blake, que seguramente ofreció el concierto más íntimo del festival.
Los auténticos triunfadores de la noche fueron Röyksopp (entrevistados en OCIMAG previamente al inicio del festival), que salieron al escenario como una apisonadora, quizás espoleados por el gran concierto que había dado otro viejo conocido, el canadiense Caribou, y abonaron el camino para un fin de fiesta que se repartieron, cada uno en su esquina, Pional y Nina Kraviz.
Mientras los ecos de estas dos sesiones todavía flotaban en el ambiente, desde el festival enviaban una nota de prensa anunciando una segunda edición en 2023. Los más de 107.000 espectadores que han pasado por el recinto en estos tres días, y la asistencia de público llegado desde todas partes de España y de Europa, confirman que Cala Mijas no entiende de polémicas ni de burbujas.
Texto: Vidal Romero
Espacio reservado para publicidad
Parece que estás usando un complemento para bloquear la publicidad.
Nos esforzamos por mostrar publicidad que sea relevante para ti de la forma menos intrusiva posible.
Por favor, ¡considera añadir nuestra página a la lista de excepciones de tu bloqueador de publicidad para apoyar a OCIMAG!