Dice Nick Offer, el cantante de ¡¡¡, que el nuevo disco de su banda es una invitación a librarse de las preocupaciones bailando. Y hay algo de cierto es eso: cada vez más alejados de sus orígenes Punk, cada vez más interesados en la cultura de club, los neoyorquinos han preferido concentrar sus esfuerzos en la creación de grooves efectivos y poderosos, han preferido exprimir a fondo sus sintetizadores y cajas de ritmos, antes que intentar un golpe de timón hacia territorios experimentales. El resultado es un Shake The Shudder (Wrap, 2017) musculoso y efectivo, diseñado para bailar a la luz de una bola de espejos.
Al otro lado del teléfono, un Nic Offer sorprendentemente jovial, dadas las horas a las que responde a la llamada (son apenas las cinco de la mañana en la ciudad de Nueva York: esos son los inconvenientes de salir de gira), explica que él mismo no termina de creerse que su banda acabe de cumplir veinte años de carrera. Podría decirte que estoy muy sorprendido de seguir aquí, –explica entre risas- que hace diez años no imaginaba que llegaríamos hasta los veinte y hace veinte años ni siquiera soñaba con llegar a los diez. Y todo esto teniendo en cuenta que cada vez resulta más complicado seguir adelante, es difícil conseguir que cada nuevo disco mantenga la frescura y el interés, pero que al mismo tiempo suponga un progreso respecto a los anteriores. Tienes que preguntarte constantemente qué es lo que no has hecho todavía, qué cosas de las que ya has hecho siguen funcionando y cómo puedes llevar tu sonido a otro nivel.
En el caso de Shake The Shudder, y a pesar de las palabras de Offer, el progreso tiene más que ver con el tipo de sonidos y recursos electrónicos utilizados que con un cambio de estilo, posiblemente porque a estas alturas la banda sabe que su fuerte no está tanto en el estudio de grabación como en el escenario; de ahí ese interés creciente por la música de baile. Grabar un disco tiene que ver siempre con ciertas sensaciones, con encontrar algún elemento nuevo que excite tu imaginación -prosigue- y en el caso de la música de baile esa condición es prácticamente consustancial: los géneros que la componen están siempre en movimiento, están siempre conquistando territorios y promoviendo relaciones incestuosas, y eso significa que dentro de esos márgenes hay cosas interesantes sucediendo todo el tiempo. Es como una especie de cuerno de la abundancia: casi todos los días descubrimos música nueva, distintos tipos de sonidos que nos interesan, que nos hacen cambiar de idea a la hora de escribir nuestras propias canciones.
Una fuente de inspiración, eso sí, que no es tan inagotable como solía ser. Es cierto que los cambios no son tan notables ahora mismo como en los noventa, cuando explotaban géneros como el jungle cada pocos meses y todas las semanas parecían discos brillantes. Es todo más sutil y subterráneo, y eso te obliga a estar mucho más atento a todo lo que sucede. Algo que me parece estupendo, por cierto.
Tengo entendido que Shake The Shudder se grabó en Barcelona, en sólo una semana. Nunca antes habíamos grabado un disco en España y nos pareció una buena idea intentarlo. Estábamos atrapados en Barcelona, porque teníamos dos festivales con menos una semana de diferencia, un plazo de tiempo muy escaso como para que mereciera la pena coger un avión y volver a casa. Llevábamos dos años de trabajo intenso y de poco descanso, así que decidimos hacer algo divertido, alquilamos una casa grande a través de AirBnB, montamos todo nuestro equipo y comenzamos a improvisar. Y ya sabes cómo es esto de improvisar: no todos los días son igual de buenos. Pero por alguna razón que se me escapa, en esta ocasión estábamos especialmente inspirados y no paraban de salirnos cosas interesantes. Tengo el recuerdo de estar sentado un día en la terraza, en calzoncillos, mientras editaba las cosas que habíamos grabado un rato antes, y de sentirme muy feliz.
Imagino que después editaréis ese material para dar forma a las canciones definitivas. ¿Cómo es el trabajo de producción? Rafael (Cohen) y yo somos los encargados de escoger las mejores partes de todas esas sesiones y de crear los loops con los que montamos la base de las canciones. Es un trabajo duro, pero cuando construyes un bucle que puede estar sonando durante más de veinte minutos sin que te aburra, sabes que estás en la buena dirección. Una vez que está todo montado, volvemos al estudio y añadimos más instrumentos y voces por encima. Es un proceso que puede repetirse varias veces, porque cada vez que tocamos se nos ocurren nuevas ideas, que pueden transformar las canciones por completo, o derivar en otras completamente nuevas. En el fondo, es como jugar una partida de ping pong.
En esta ocasión parece que predominan los sintetizadores y las cajas de ritmos, algo que viene sucediendo desde hace dos o tres discos, pero que en Shake The Shudder está aún más acentuado. Tenemos un montón de sintetizadores en el estudio y nos encanta cogerlos al azar, probar a ver qué se puede hacer con ellos. Es una manera muy interesante de añadir coloraciones diferentes a las canciones, de variar el sonido y los arreglos de lo que estás haciendo con rapidez y sin tener que dedicar mucho tiempo a lidiar con el ordenador. Y también nos sucede muchas veces que el propio sonido de los sintetizadores nos inspira para realizar cambios sobre las canciones.
Una cosa interesante acerca de vuestra evolución como banda es, precisamente, que comenzasteis muy enraizados en una especie de punk funk, pero cada vez estáis más cerca de la música de baile, en parte por ese predominio progresivo de la instrumentación electrónica. Creo que es algo normal en la trayectoria de casi todas las bandas: al principio necesitas echar fuera toda la agresividad que llevas dentro y rebelarte contra las cosas que piensas que no están bien, y eso se traduce en una música más arisca y ruidosa. Pero a medida que vas creciendo descubres que puedes reducir la velocidad, construir cosas más interesantes y aún así seguir siendo reivindicativo. En ese sentido, nosotros nos seguimos considerando una banda punk: tenemos un sentimiento naíf e inocente acerca de lo que significa hacer música, y también acerca de la manera en que nos enfrentamos a este negocio, que por cierto no tiene nada que ver con cómo funcionan las cosas en el mundo de la música electrónica.
Otra característica importante de Shake The Shudder es que habéis invitado a un montón de vocalistas: están Lea Lea, Molly Schnick y Meah Pace, que ya habían participado en otros de vuestros discos, pero también Nicole Fayu y Cameron Mesirow, de Glasser. ¿Por qué tantos invitados? ¿Por qué todas son mujeres? Todas ellas son amigas de la banda, gente que ha grabado antes con nosotros o que nos ha acompañado en alguna de las giras. Es el caso de Lea Lea, que vive en Londres y suele venir con nosotros cuando tenemos conciertos en Europa. Invitarlas a cantar en el disco era una manera de darles cierto protagonismo, de reconocer su papel dentro de la banda, pero también nos sirve para introducir algo de variedad dentro del sonido de las canciones. Cuando trabajas con guitarras, percusiones o sintetizadores puedes recurrir a muchas fórmulas y efectos con los que cambiar la manera en la que suenan, pero con la voz es diferente, porque no se trata de un instrumento sino de una característica física, y no puedes divorciarte de tu voz. Así que llamar a otras personas nos permite incluir coloraciones y sonidos distintos sin perder la unidad del conjunto. Y en cuanto al hecho de que sean todas mujeres es sencillamente por una cuestión de contraste.
¿Y qué papel han tenido dentro de las canciones? ¿Se han limitado a cantar lo que les decíais, o han tenido espacio para improvisar ellas también? En general, intentamos dejarles el trabajo muy terminado, que es también una parte muy interesante del proceso, porque tienes que imaginarte cómo sonará la canción con esa voz determinada. Pero luego siempre resulta que ellas lo hacen mucho mejor de lo que tú habrías podido imaginar, o se les ocurren otros ángulos en los que tú ni siquiera habías pensado, o incluso entienden mal lo que les estás pidiendo y surgen accidentes memorables. En ese sentido, estoy muy contento con todas las colaboraciones en este disco, porque han ayudado a que todas las canciones crezcan mucho.
Entrevista: Vidal Romero
Foto: Erez Avissar
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