De más que notable, así podríamos tachar a Into The Wild, “Hacia rutas salvajes”, una fascinante película dirigida por Sean Penn en 2007. Una cinta que no deja de conmover y hacer pensar cada vez que nos la zampamos.
Son más que dos horas y media de entretenimiento, buenas interpretaciones y una bellísima fotografía. Es un alegato al alma libre, loca y rebelde que innatamente corre por todos nosotros -eso quiero creer- sobre todo cuando uno está ya quemado como la pipa de un indio de algo tan cansino como la sociedad.
«Into The Wild», un viaje sin previo aviso
Chris alías “Alex Supertramp” (interpretado por Emile Hirsch) es ese personaje no nacido de la ficción que nos representará, de un modo u otro, a todos en este viaje. Se me hace difícil pensar que alguien en su “sano juicio” no haya pensado -tras años de curro intensísimos, haber sacrificado media vida en una pareja mal funcional o en el caso de Chris, tras haber crecido en el seno de una familia que ya tenía planificado su futuro de antemano- darse un festín de desconexión. El detonante en su caso fue acabar los estudios preuniversitarios.
Y sin no antes tener la consideración de donar a Oxfam un dineral que tenía ahorrado, ni corto ni perezoso escapa de todo su pasado para fundirse con la carretera y luego, por fin, la naturaleza más salvaje. En la tundra de Alaska saben de eso un puñao. Este best seller –porque si, la peli está basada también en un libro de Jon Krakauer escrito en 1996- relata con habilidad sus primeros (y últimos) pasos como trotamundos.
En su viaje sin previo aviso se encontrará con personajes como Carine (Jena Malone) o Wayne (Vince Vaughn), los cuales no hacen sino enriquecer más aún esta historia de ida y… de ida.
Real como la vida misma
Este relato lleno de belleza (menudos parajes los que se nos muestran de California, Oregón, Dakota del Sur, etc), psicología y hostilidad (peligros al acecho como “mucha agua”, manadas de lobos y osos que cuando se ponen de pie miden más que Pau Gasol) es un cúmulo de cosas que a priori parecen simples, luego, son mucho más complejas.
Sobre todo cuando usamos más la masa gris antes que el ímpetu natural. Y viceversa, como se demuestra justo al final. Por eso que, incluso terminada de ver la película, es de recibo que meditemos y analicemos muchos tramos de lo que sucede en ella. En esta historia real como la vida misma.
Texto: Bruno Garca
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