A primera vista, puede parecer que el quinto disco de Franz Ferdinand, Always Ascending (Domino, 2018), tiene mucho de acomodado e indulgente, el fruto de unos tipos atrapados por los esquemas y sonidos que los llevaron al éxito. Una escucha más atenta, sin embargo, revela que detrás de estas diez canciones existe un auténtico trabajo de orfebrería musical, que mezcla el imaginario clásico de la banda con instrumentaciones novedosas, algún experimento sonoro y unas letras de tintes sociales. Un espíritu aventurero e inconformista, que se traduce en algunas de las canciones más interesantes y musculosas que el quinteto de Glasgow ha grabado en muchos años. Alex Kapranos, guitarrista y cantante de la banda, cuenta que su intención era hacer música del futuro con tecnología del pasado. Una aparente contradicción, en la que tiene mucho que ver el productor del disco, Philippe Zdar.
Antes de escuchar Always Ascending me llamó mucho la atención el título y lo que podía esconder detrás. De hecho, esperaba un disco mucho más expansivo, o incluso agresivo, que el que habéis grabado. El título refleja el conflicto que tenemos acerca del futuro y de la manera de encararlo como banda: queremos movernos hacia nuevas posiciones y evitar sonar como antes, pero al mismo tiempo tenemos una identidad que conservar. Y encontrar ese equilibrio es la clave para evolucionar. Pero un buen título siempre funciona en varios niveles, y en este caso concreto también se refiere a mi opinión personal acerca del momento en el que vivimos. No me gusta el mundo tal y como funciona ahora mismo, no estoy feliz con la marcha de las cosas, así que lo mínimo que puedo hacer es grabar música que nos permita celebrar el hecho de estar vivos.
La verdad es que tiene que ser complicado enfrentarse a un nuevo disco después de quince años de carrera. ¿Cómo hacéis para no repetiros? Lo primero es no sentirte preocupado por conservar tu identidad. Si compones algo que te resulta demasiado familiar lo descartas y sigues probando cosas. Lo siguiente es una cuestión de metodología: siempre es bueno cambiar algunas cosas a la hora de componer canciones, desde los instrumentos que utilizas hasta las escalas o las atmósferas. En Always Ascending, por ejemplo, algunas de las letras están escritas desde el punto de vista de caracteres ficticios, que es algo que no había intentado con anterioridad.
¿Y dónde buscas la inspiración para seguir escribiendo? Intento buscarla en sitios donde no había mirado antes. Es algo parecido a pasear por tu ciudad: hay caminos que recorres de manera habitual y que te dan confianza, pero también podrías acortar por callejones y atajos, y terminar en un paseo o una plaza que no conocías hasta ese momento. En ese sentido, es interesante recordar que una canción se puede tocar de muchas maneras distintas. Puedes tocarla en clave de jazz, con instrumentos electrónicos o como si fuera un tema de folk escocés, y siempre terminarás descubriendo aspectos que no te esperabas al principio.
¿Es ese el motivo por el que habéis escogido a Philippe Zdar como productor del disco? ¿Para poder jugar con más recursos electrónicos? Me gustan mucho las producciones de Philippe, incluso las que no son electrónicas, porque transmiten mucha humanidad. Es algo que tiene mucho que ver con su forma de ser: un rato después de entrar en su estudio ya te sientes como en casa. Pero también es un productor con muchos recursos técnicos y un gran control de la tecnología, que sabe entender lo que necesitan las bandas con las que graba. Es un facilitador, una persona capaz de meterte por callejones y llevarte a esos sitios en los que no has estado antes.
Su mano se nota desde el principio del disco, con todos esos trucos electrónicos que suenan en Always Ascending, el primer tema. Como te comentaba antes, es el tipo de buenas ideas que se le ocurren a Philippe. Algo que cuadraba con la intención que teníamos antes de entrar a grabar: utilizar la tecnología del pasado para hacer la música del futuro. Para ello desarrollamos un par de reglas. Una pasaba por no priorizar unas canciones sobre otras, queríamos hacer un disco que sonara bien en su conjunto, sin singles claros que desviaran la atención. La otra consistía en que no se pudieran escuchar en ningún momento más instrumentos de los que cinco personas puedan tocar a la vez. Y para ello decidimos grabar en directo, utilizando varias máquinas analógicas de cinta.
¿Y tiene sentido seguir grabando con medios analógicos en un mundo donde todo es digital? Es importante abrazar lo que tiene de bueno la tecnología y rechazar todo lo demás. Mi experiencia me dice que grabar muchas pistas suele ser un error, porque corres el riesgo de tener un sonido demasiado perfilado, sin emociones, o de concentrarte en cuestiones que no llevan a ninguna parte. Por ejemplo, no sé si grabar quince capas de guitarras supone algún tipo de mejora, aparte de introducir más ruido en la mezcla. Pero al mismo tiempo me encanta la tecnología digital, precisamente porque te permite trabajar en el estudio con mucha más facilidad, y también te da infinitas posibilidades a la hora de realizar arreglos o añadir instrumentos en cualquier momento.
Eso suena como una contradicción. Lo que quiero decir con esto es que no soy un ludita: odio la idea de utilizar tecnología antigua sólo por una cuestión de nostalgia, eso es una basura. Hemos decidido utilizar máquinas de cinta porque tenían dos ventajas fundamentales para conseguir lo que nos habíamos propuesto. La primera es que permite una compresión menor, y eso beneficia a la dinámica de la grabación. Y la segunda es que te obliga a pensar cómo vas a grabar las canciones, tienes que trabajar mucho antes de entrar en el estudio. Nosotros hemos dedicado seis meses a crear Always Ascending, pero la grabación se realizó en una semana escasa.
En el disco suenan muchos instrumentos acústicos o poco habituales. ¿Es una manera de realizar arreglos sin alterar ese particular código Dogma del que hablas? Utilizar instrumentos nuevos siempre añade acentos exóticos o novedosos a las canciones, y a veces sus propias características provocan cambios que hacen que la canción mejore. Es un efecto que también se puede conseguir utilizando instrumentos que conoces muy bien, pero tocándolos de una manera poco habitual. La batería de Huck and Jim, por ejemplo, está tocada como si fuera una caja de ritmos, lo que produce un efecto único.
Always Ascending es el primer disco que grabáis sin vuestro guitarrista de siempre, Nick McCarthy. En su lugar, han entrado dos músicos nuevos, Dino Bardot y Julian Corrie. ¿Cómo afecta un cambio de este calado en una banda tan asentada como la vuestra? Un grupo de música es una entidad con una cierta alma, es una amalgama de personas que, más allá de las características que tiene cada uno de sus componentes, desarrolla una personalidad propia. Dino y Julian han sumado sus propias capas de personalidad a lo que ya existía, pero además han añadido una nueva dimensión musical, porque ambos tocan varios instrumentos y son muy buenos en lo que hacen.
Decías antes que te preocupaba el mundo en el que vivimos, y es cierto que algunas de las letras de Always Ascending tienen un cierto trasfondo político. ¿Qué temas te preocupan en concreto? No me interesa escribir canciones protesta. Las letras del disco son, en realidad, observaciones alrededor de cuestiones que estaban de actualidad mientras componíamos. Una cosa que me fascinaba de manera particular era el papel de Donald Trump: acababa de salir elegido presidente, a pesar de que había prometido muchas cosas imposibles de cumplir, y desde el principio mostraba ademanes de dictador. Su política militar, que es agresiva e irresponsable, también es un problema grave, con consecuencias que no podemos imaginar.
Me parece interesante que te hayas fijado tanto en Estados Unidos, cuando en el Reino Unido tenéis vuestros propios problemas. Por ejemplo, el Brexit. Pero en realidad creo que nuestros problemas son un reflejo de lo que sucede en Estados Unidos. La desaparición de las ayudas sociales, el desmantelamiento del sistema sanitario y educativo públicos, obedecen a políticas muy similares a las que se aplican allí. Pero tienes razón en que, tal vez, me resulte más fácil escribir acerca de cuestiones que veo en la distancia, antes que plantearme lo que tengo en mi entorno más cercano: no se me ocurre nada más depresivo que escribir una canción sobre el Brexit.
Entrevista. Vidal Romero
Foto: David Edwards
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