Curtido en la extravagante escena de baile neoyorquina de principios de década, Galcher Lustwerk es un tipo al que le gustan las mezclas insólitas. Sus canciones, que tienen un pie en el house y otro en el hip hop, están salpicadas de imperfecciones y de arreglos psicodélicos.
Son canciones melancólicas e introspectivas, ideales para conducir sin un destino fijo, o para volver caminando a casa de madrugada. Su tercer disco, “Information” (Ghostly, 2019), añade a la fórmula pinceladas de pop y una cierta conciencia social. Y eso hace su música un poco más extraña y mucho más adictiva.
Curtido en la periferia
Naciste en Cleveland, una ciudad muy alejada de los circuitos de la música electrónica. ¿Qué supuso para ti crecer en un lugar como este? ¿Existía algún tipo de “escena”, o está tan aislada como parece?
Tuve que descubrir la mayor parte de las cosas por mi cuenta. Existía una comunidad muy potente alrededor de la radio del instituto, y también algunas tiendas de discos independientes.
Pero casi siempre terminaba acudiendo a revistas, radios estatales o discos de segunda mano. En cuanto a la escena, Cleveland es realmente un lugar aislado, pero aún así existen algunos garitos y bares donde conocer a otros amantes de la música, como Grog Shop o Now That’s Class.
Tus primeros pasos como DJ fueron en Providence, otro lugar alejado de los mapas musicales. ¿Cómo conociste a Young Male y DJ Richard y decidisteis montar el colectivo White Material?
Comencé a pinchar mientras estudiaba en la facultad. Frecuentaba el circuito de bares junto a Morgan Louis, que también formó parte de White Material. El resto de la gente tocaba en bandas, pero la ciudad estaba empezando a gravitar alrededor de la música de baile, y aprovechamos la coyuntura.
De todos modos, la idea de publicar nuestra propia música no se materializó hasta que decidimos mudarnos a Nueva York. Y para ser honesto, reconozco que no tuve nada que ver en la génesis de White Material, aunque publicar para ellos me hizo muy feliz.
Sangre fresca en la escena de Nueva York
Cuando White Material apareció, a principios de 2012, la prensa lo recibió como parte de una “renovación” en la esfera de música de baile, junto a otros sellos neoyorquinos como L.I.E.S. ¿Sirvió este alboroto para que crecierais como artistas, o al menos para conseguir más fechas en los clubes?
¡Claro que ayudó! Existía una comunidad de gente en Brooklyn, con raíces en el punk y el noise, que estaba comenzando a experimentar con la música de baile. Fue un paso necesario para librarnos de la “burbuja” de tech-house en la que Nueva York estaba atrapada.
Nos sentíamos muy unidos a todos los miembros de aquella escena, y siempre salíamos de fiesta juntos. Ahora las cosas han cambiado, cada uno de aquellos nichos ha crecido hasta dar forma a su propia escena, y hay muchas más fiestas a las que poder ir cada fin de semana.
También ha decrecido el fetichismo alrededor del vinilo y de las referencias físicas en general. El hype alrededor de White Material tuvo que ver con los terribles retrasos de las plantas de prensado, que obligaban a publicar tiradas muy reducidas. Algo que, a su vez, motivaba que el precio de los discos subiera de manera artificial.
En aquel momento, estar en Spotify no tenía ningún valor. Ahora, sin embargo, el vinilo ha perdido su estatus como signo de credibilidad.
Tu primer maxi, “Tape 22” (2013), ya contenía los elementos que han definido tu estilo propio. Ritmos simples y desnudos, atmósferas vaporosas, melodías melancólicas y voces con estética de spoken word. ¿Qué influencias manejabas en esa época, para conseguir esa mezcla de house, pop, hip hop y música experimental?
En 2012 escuchaba un montón de cloud rap, SoundCloud rap y techno de Detroit. También techno más melódico y de influencia soul, y un montón de R&B. Así que no puedo decir que mi sonido haya salido de la nada.
En cualquier caso, recuerdo haber trabajado en esta fusión desde siempre. Y tuve la fortuna de que “Tape 22” funcionó como un punto de inflexión en medio de ese proceso.
Un toque de hip hop
¿Y de dónde viene ese amor por el hip hop? ¿Tal vez de tu infancia en Cleveland?
Mi conexión con el hip hop es inevitable, porque es el medio artístico más popular para la gente negra de mi edad en Estados Unidos. Es increíblemente efectivo cuando se trata de conseguir que otros escuchen tu historia, y además puede ser serio o divertido, inteligente o socarrón.
Me encanta escuchar una misma canción una y otra vez, y descubrir nuevos sentidos en las letras. Y también me gusta lo posmoderno que puede llegar a ser. La manera en la que cualquier ocurrencia o suceso se puede utilizar como punto de partida.
¿Has pensado en producir beats para otros artistas?
La verdad es que no. Alguna vez he hecho canciones de rap, con tempos lentos y más pausados. Pero me siento más cómodo trabajando con tempos más veloces, más cercanos a los del house y el techno.
En ese primer maxi aparecía también una referencia al hecho de conducir como una forma de ocio. Hablar sobre conducir es, de hecho, una constante en tus canciones, que además suelen ser muy cinemáticas. ¿Es importante para ti esa idea de “estar en movimiento” a la hora de hacer o escuchar música?
A medida que creces comienzas a conducir, y en Estados Unidos conduces para ir a todas partes. O sea, que se trata de un estado perpetuo, de un estado meditativo, de un estado por definición. Hasta el punto de que resulta natural ver el mundo a 35 millas por hora. Estoy convencido de que todo esto tiene un efecto en mi música, sobre todo en relación con el groove, pero es del todo inconsciente.
En una sola toma
Aunque se ha refinado con el paso del tiempo, tus producciones siempre han exhibido una cierta dosis de nubosidad, ruido e imperfecciones. Eso me hace preguntarme por el tipo de equipo que utilizas. ¿Trabajas sólo con ordenadores, o también añades juguetes y equipos analógicos?
El ordenador es mi herramienta principal. Y aunque a veces utilizo fuentes de sonido analógicas, no soy demasiado exigente a la hora de crear sonidos concretos. Me parecen más importantes las melodías, las armonías y manejar una paleta de sonidos general.
En cuanto a las imperfecciones, suelen producirse cuando grabo las voces o automatizo una secuencia. A veces hay un ventilador sonando por detrás mientras grabo, o me he dejado la ventana abierta sin darme cuenta. Tampoco me esfuerzo por corregir una nota MIDI si está un poco fuera de tiempo, no me gusta tener una actitud quirúrgica a la hora de hacer canciones. Mi ideal sería terminar las canciones en una sola toma; suena mucho más humano de ese modo.
Tu nombre empezó a ser reconocido cuando publicaste tu primera mixtape, “100% Galcher”, en 2013. Funcionaba como un punto de encuentro entre el house, el hip hop y el pop hipnagógico, todo encapsulado bajo un aire meditativo. Más para pasear por la calle de noche que para bailar en un club, para entendernos. ¿Cómo hiciste ese disco, y por qué crees que se hizo tan popular?
Había grabado recopilaciones tituladas como “100%” en el pasado, con otros nombres, así que se trataba de grabar una mixtape para mi nuevo alias. Eso es todo, no había concepto, solo una colección de canciones y fragmentos que estaban unidos por un mood parecido.
¿Por qué se hizo tan popular? Creo que fue una combinación de suerte y oportunidad, de que lo escuchara la gente apropiada en el momento justo.
Tus dos discos siguientes, “Dark bliss” (2017) y “200% Galcher” (2018) muestran una evolución, son más rápidos y luminosos. ¿Es un reflejo de cómo había cambiado tu vida, o una consecuencia de haber tocado mucho más en los clubes?
Publiqué “100% Galcher” con una resolución de mp3 baja, y lo hice adrede para que todo lo que viniera después sonara mucho mejor. Alvin Aronson mezcló “Dark Bliss”, que es lo que le proporciona ese sonido tan característico.
En “200%” utilicé muy poco procesado de sonido y el mínimo número de efectos posibles, para que las canciones fueran más sencillas y directas. “200%” fue, en realidad, un ejercicio de velocidad. Quería comprobar cómo de rápido podía escribir una colección de canciones y estar orgulloso del resultado.
Bajo un flujo de consciencia
Por supuesto, también me interesa cómo escribes tus letras. En parte parecen el resultado de un flujo de conciencia, así que me pregunto cuánto hay de improvisación, o si utilizas algún tipo de guión como punto de partida.
La mayoría de las veces empiezo haciendo freestyle. Si el resultado es interesante, lo dejo tal cual, pero otras veces reescribo las letras, realizo algunos ajustes y vuelvo a grabar.
Tu nuevo disco, “Information”, es el mejor de todos con mucha diferencia. Conserva los elementos básicos de tu estilo, pero al mismo tiempo presenta una gran evolución. El sonido es más limpio y claro, las melodías y ritmos son más complejos y aparecen por primera vez instrumentos reales. ¿Cómo ha sido el proceso de producción?
Es el resultado de enviar grupos de canciones a Ghostly, escuchar su opinión acerca de ellas y mejorarlas en función de lo que me proponían. He intentado mantener la mente abierta a todas sus sugerencias y creo que el resultado final refleja todo ese proceso de pulido. Han conseguido que sacara el máximo potencial de cada una de las canciones.
Es también el más accesible de tus discos, con algunos momentos cercanos a los estándares del pop. ¿Es otra consecuencia de tu fichaje por un sello como Ghostly, que siempre ha explorado ese territorio fronterizo, o se trata de una evolución personal?
Siempre he escrito canciones pop, pero casi nunca las he publicado. Como tú dices, Ghostly es un sello ecléctico, que va más allá de la música de baile. Así que parecía la ocasión perfecta para sacar esas ideas a la luz.
La información no equivale al conocimiento
El título del disco y frases como “la información no equivale al conocimiento, aunque estemos recolectando hechos, la verdad puede no estar clara” parecen reflejar algunos de los problemas del mundo actual, desde las fake news a la radicalización de la política. ¿Es “Information” un disco con voluntad política?
Aunque el contexto actual es importante, he intentado que el disco funcionara de una manera objetiva, que sea independiente del momento en que se escuche. En el fondo, un disco es un documento audiovisual con mucha información en su interior: sonido, fotografías, letras.
Es responsabilidad del oyente determinar hasta qué punto es importante esa información para él mismo, y en ese sentido, me gusta pensar en el oyente como un investigador. Pero una vez dicho esto, no hay duda de que el mundo de la política está podrido.
Para terminar, me gustaría hablar de tus otros dos proyectos, Studio OST (a medias con Alvin Aronson) y Road Hog. Sobre el primero, me encantó el disco que sacasteis hace un par de años, y me preguntaba si pensáis retomar la aventura dentro de poco.
Hay mucho más material de Studio OST en marcha. Cada vez que visito a Alvin en su casa sacamos algunas horas para improvisar con el estudio que tiene montado. Así que lo único que tenemos que hacer es encontrar tiempo para editar todo lo que está grabado y darle forma.
Y sobre Road Hog, me sorprende su naturaleza altamente experimental, casi parece música hecha por otro artista. Me preguntaba cuál es la inspiración del proyecto, y por qué sólo publicas música en formato digital. Estoy seguro de que hay sellos que podrían estar interesados en sacarla en vinilo o CD.
En realidad, se trata de un proyecto con una función específica: publicar música sin preocuparme en absoluto de la respuesta crítica que reciba. El concepto global de Galcher Lustwerk es “música que puedes escuchar en el coche”.
Es por ello que no tendría mucho sentido publicarla en vinilo. Aunque quién sabe qué puede suceder en el futuro. De todos modos, he dejado de trabajar con este alias para concentrarme en uno nuevo, dedicado al “body horror”: The Fock.
Entrevista: Vidal Romero
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