En la navidad de 2015, una fuerte tormenta provocó que el río Aire se desbordase a su paso por Leeds e inundara cientos de viviendas y edificios. Entre ellos, el local de ensayo y estudio de grabación de Hookworms, que en ese momento trabajaban en su tercer disco. El accidente les obligó a sustituir gran parte del equipo y empezar de nuevo todo el proceso, pero también les permitió dar un paso atrás, tomar perspectiva y decidir que era el momento de realizar un cambio de estilo. De abandonar las murallas de distorsión y dejar que los componentes melódicos de sus canciones salieran a la luz con mayor claridad. Y el resultado, Microshift (Domino, 2018), es un disco musculoso y cinemático, en el que la electrónica adquiere un papel protagonista. Matthew Benn, uno de los principales responsables de esta revolución, cuenta cómo ha sido el proceso.
Me parece interesante que el primer adelanto del disco fuera Negative space, una canción que tiene un sonido mucho más electrónico que el utilizado hasta ahora por Hookworms, pero que en el fondo es una rareza dentro de Microshift ¿Queríais poner en guardia a vuestros seguidores, prepararlos para el cambio que se avecinaba? La idea era exactamente esa, sorprender al público y posicionarnos desde el principio en un lugar inesperado. Habían transcurrido tres años desde The Hum, nuestro disco anterior, así que nos parecía interesante intentar un golpe de efecto, una acción que obligara a la gente a hablar de nosotros aunque fuera para mal. En cuanto a lo que comentas, en Microshift hay otras canciones que exploran vías diferentes a las que habíamos recorrido antes, pero es cierto que ninguna resulta tan radical como Negative space.
La canción está producida por Richard Formby, un músico de la órbita de Spacemen 3 y The Jazz Butcher. Es una elección interesante. Somos amigos desde hace mucho tiempo, y dada la naturaleza del cambio en el que estábamos inmersos nos pareció una opción bastante lógica. De hecho, nos hubiera gustado que produjera el disco entero, pero tiene una agenda muy complicada y ha sido imposible cuadrarlo.
¿Y a qué se ha debido este cambio de estilo? Después de publicar The Hum (Weird World, 2014) nos vimos atrapados en un callejón sin salida. Aquel disco era lo más cercano a una fotografía de Hookworms tocando en directo que podíamos conseguir, y no nos creíamos capaces de grabar algo en esa misma línea y que pudiera superarlo. Por otro lado, habría sido el tercer disco realizado con una misma fórmula, y eso nos parecía excesivo; siempre he detestado esas bandas que repiten una y otra vez los mismos esquemas sólo porque en algún momento les ayudó a conseguir un éxito.
Imagino que la inundación del estudio también habrá influido. Si no hubiera sucedido, también habríamos evolucionado de algún modo, era una cuestión que no habíamos hablado de una manera directa, pero que flotaba en el ambiente. Aunque sí es posible que los cambios hubieran apuntado a otra dirección. Por un lado, porque el equipo nuevo que hemos comprado nos permite trabajar de una manera distinta. Y por otro, porque la inundación nos obligó a tomarnos un respiro: como no teníamos un espacio para ensayar, comenzamos a explorar ideas por separado y a mandarlas los unos a los otros. Algo que había sido impensable hasta entonces, porque estábamos acostumbrados a componer y grabar siempre juntos, tocando en directo.
De todos modos, tú ya habías enfilado ese nuevo camino. Tu proyecto paralelo, Xam Duo, es puramente electrónico. Me ha pasado varios años comprando sintetizadores, aprendiendo a programarlos y construyendo un estudio con el que sacarles el máximo partido, así que es lógico que algo de eso haya trascendido. Pero lo cierto es que todos hemos escuchado mucha música electrónica en los últimos tiempos. Quizás para el próximo disco dejemos las guitarras de lado definitivamente.
Hay también algunos elementos que permanecen, como la manera de construir la estructura de las canciones. En realidad, la evolución tiene mucho que ver con desbrozar la capa de distorsión que lo cubría todo. Aunque ahora utilizamos el estudio de una manera mucho más profunda, hay aspectos en los que trabajamos como siempre. Por ejemplo, las canciones siguen basadas en loops y repeticiones, con la diferencia de que antes esos loops estaban construidos alrededor de una línea de bajo y un ritmo de batería, y ahora utilizamos samples o arpegios de sintetizador. También seguimos grabando en directo las bases, y las voces son bastante similares.
Los aspectos melódicos están también muy potenciados. Hay varias canciones que tienen una clara inspiración pop, incluso un cierto aire de himno. Siempre había existido un importante elemento melódico en Hookworms, un cierto espíritu pop que estaba sumergido en el interior de todas esas capas de ruido. Como tú dices, lo único que hemos tenido que hacer es revelarlo, sacarlo a la luz.
Las letras son también mucho más profundas y personales. Imagino que no es fácil escribir sobre temas como la muerte y la enfermedad. Las letras las escribe el cantante, Matthew Johnson, y es cierto que en ese sentido hay cosas que han cambiado. Antes solía añadir las letras al final, cuando la canción estaba terminada, e imagino que eso le coartaba en muchos sentidos. En cambio, ahora llega al local con las letras muy avanzadas y empezamos a trabajar a partir de ahí, discutiendo sobre ellas en grupo, y eso le permite tocar otro tipo de temas. La canción que comentas, la que habla sobre el alzheimer, se refiere a un amigo de la banda que murió por culpa de esa enfermedad.
El disco también incluye varias colaboraciones, que son otro elemento inusual en Hookworms. ¿Forman parte de ese proceso de cambio? En todos los casos se trata de amigos que han venido a echar una mano. Nos gusta estar cerca de la gente que queremos, y además es una manera sencilla de introducir cambios en la manera de trabajar. A Christopher Duffin (también en Xam Duo) lo llamamos porque queríamos un saxofón salvaje para Boxing day, y el resultado nos gustó tanto que le pedimos que tocara en más canciones. La colaboración con Richard Formby, Opener, surgió después de estar improvisando durante un día entero alrededor de unas bases que no terminaban de funcionar. Y en cuanto a Alice Merida Richards (Virginia Wing), su implicación fue tan grande que incluso escribió partes de las letras.
¿Cómo pensáis llevar este disco al directo? A priori, resulta difícil imaginar cómo pueden convivir las canciones nuevas con el material anterior. Hemos dado ya varios conciertos y la verdad es que todo encaja muy bien. Las canciones nuevas se contagian de la energía de las más antiguas, y como tocamos siempre con mucho volumen, los conciertos son muy ruidosos. Suelen ser espectáculos de una hora, en los que las canciones se engarzan unas en las otras, sin dejar ni un momento de respiro. Y también llevamos proyecciones muy espectaculares, diseñadas por el mismo chico que ha grabado los videos del disco. Es fantástico, porque ha desarrollado un software que le permite improvisar y disparar imágenes alrededor de lo que hacemos, con lo que tenemos completa libertad.
Entrevista: Vidal Romero.
Foto: Hollie Fernando
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