Durante más de diez años, James Holden fue el rey del trance. Su música, cabalgadas cósmicas repletas de melancolía, de progresiones ácidas y de melodías superpuestas, estaba pensada para prender fuego a las pistas de baile. Pero también, y gracias a una visión muy particular del género, se alejaba de las fórmulas y trucos habituales para buscar el camino de la emoción.
Todo aquello cristalizó en una de las mejores remezclas que jamás se han editado, un tema capaz de crear escuela, que le aupó a la liga de los Dj más cotizados durante la primera década del milenio. Lejos de conformarse con vivir del cuento, James Holden decidió abandonar las cabinas de los clubes un buen día, y se lanzó a construir una nueva carrera, en la que los platos se sustituyeron por sintetizadores modulares, efectos e instrumentos de percusión, y el trance devino en visiones psicodélicas y viajes alucinados.
Su quinto disco, el brillante «Imagine this is a high dimensional space of all possibilities» (Border Community, 2023), que ha presentado en España de la mano de la promotora Houston Party, es un repaso a su infancia y primera adolescencia. Un disco preñado de nostalgia, que se desenvuelve entre imágenes oníricas y atmósferas vibrantes.
James Holden y su amor por música electrónica
La última vez que hablamos, hace más de diez años, parecías atravesar un momento dulce: acababas de publicar un volumen de la serie DJ-Kicks y estabas girando por clubes de toda Europa. Sin embargo, poco después decidiste dejar de pinchar. ¿Qué sucedió?
En algún momento, me vi sobrepasado por todas las expectativas que la gente de los clubes, y de manera especial el público, tenía depositadas en mí. Dejé de sentir placer, no me encontraba a gusto, y lo peor es que no se trataba de una sensación nueva.
Descubrí la música electrónica cuando era un crío: con quince años iba a fiestas gratuitas en algún centro comunitario de mi pueblo o en los bosques de los alrededores. Aquellas fiestas tenían un espíritu comunal, todo el mundo participaba y colaboraba de algún modo, había espacio y aire, había amor y ganas de celebrar.
Suena como una experiencia idílica.
Seguro que en realidad las fiestas no eran tan buenas, que la música era peor de lo que recuerdo y que los Dj no eran más que aficionados. Ten en cuenta que vivíamos en un pueblo, lejos de las raves y de las salas más famosas, y teníamos que inventarlo todo nosotros mismos. Pero fue en aquel ambiente donde aprendí a amar la música electrónica.
Así que la primera vez que fui a un club me sentí decepcionado: estaba lleno de gente agresiva, la música era una basura y el sonido horrible. La cuestión es que uno de los primeros temas que produje [Horizons, en el año 2000] se convirtió en un éxito, y de repente tuve la oportunidad de salir ahí fuera a cumplir mi sueño, que era dedicarme a la música. Pensé que ese era el precio que tenía que pagar a cambio.
«Tocar con un sintetizador modular es una experiencia muy salvaje»
¿Cuál fue entonces el detonante para dejar esa vida?
En teoría no me podía quejar: iba a pinchar a los locales más famosos del mundo y me pagaban bien. Pero siempre tuve la sensación de que formaba parte de una maquinaria que no era del todo honesta, en la que yo tenía que jugar un papel muy concreto, del que no me podía salir. Además, pinchar es un trabajo muy duro.
Pasas mucho tiempo fuera de casa, comes basura y duermes mal, y tienes que dedicar tu tiempo libre a buscar temas nuevos para pinchar o a grabar cosas que puedas utilizar en tus sesiones. Y yo quería hacer música más interesante, algo que me llenara de verdad.
El siguiente disco que grabaste, «The inheritors» (2013), supuso desde luego un cambio radical en tu estilo. Por ejemplo, incluye un sintetizador modular, un instrumento que nunca habías utilizado.
Fue un disco muy duro, muy difícil de hacer. Tenían que desaprender todos los trucos y vicios que había desarrollado durante los años que me dediqué a grabar música para Dj, y pensé que utilizar un modular era un buen punto de partida.
Tocar con un sintetizador modular es una experiencia muy salvaje. No tiene nada que ver con utilizar ordenadores, es más instintivo. Se parece a pintar un cuadro, a esparcir manchas de pintura por una superficie en blanco. Así que, en el fondo, The inheritors era como volver a aprender, un intento por averiguar qué quería hacer de verdad. Por eso es tan crudo y tan poco amable. Producirlo, desde luego, no fue nada amable.
«Me gusta tocar con gente distinta, sobre todo si supone un desafío»
Cuatro años después llegó una criatura completamente distinta: «The animal spirits» (2017) era un disco grabado con una banda de lujo, que incluía a músicos como Etienne Jaumet, de Zombie Zombie, o Tom Page, de Rocketnumbernine. ¿Se trataba de un nuevo camino o montar un grupo era necesario para poder tocar en directo?
Creo que fue una reacción lógica al proceso por el que pasé con de «The inheritors». Es cierto que tocar aquel disco en directo fue algo complicado, pero sobre todo tenía ganas de abrirme al mundo después de haber pasado tanto tiempo a solas en el estudio. Cuando tocas con otros músicos descubres nuevos puntos de vista, intercambias ideas y te liberas de muchos prejuicios. Por eso me gusta tocar con gente distinta, sobre todo si supone un desafío.
En ese sentido, el concierto que di con Camilo Tirado en aquella época [publicado con el título de Outdoor music of fractals, en 2016] fue una experiencia catártica. Camilo viene de la tradición india, y mezclar sus percusiones con mis sintetizadores supuso un reto tanto a nivel técnico como emocional, la prueba de que podía mezclar instrumentos electrónicos y reales en un contexto de improvisación.
Entonces, ¿The Animal Spirits era una banda pensada para improvisar?
Como te decía, me gusta tocar con gente distinta, y me gusta pensar en qué tipo de discos podrían salir de esas colaboraciones. Con The Animal Spirits tenía en la cabeza los discos que grabó Don Cherry a principios de los setenta, cosas como Organic music society (1973). No sé si los conoces: es música triposa, hipnótica y psicodélica; es música india, es jazz, es rock, es todo y nada a la vez. Esa es mi música favorita, el tipo de música que me encanta escuchar, aunque es cierto que después salió algo muy diferente.
James Holden y Waclaw Zimpel, dos autodidactas dejándose llevar
Hablando de tus colaboraciones, me gusta mucho el EP que grabaste a medias con Waclaw Zimpel, Long weekend (2020).
Conocí a Waclaw en la época de The Animal Spirits. Lo había visto tocar en directo un par de veces y me parecía un músico muy personal, diferente a todo lo que yo conocía. Me enteré de que estaba grabando un disco en Inglaterra y me las arreglé para conocerlo. Resultó que a él también le interesaba mi música, así que decidimos intentar hacer algo juntos, y quedamos en mi estudio un fin de semana.
Fue algo estupendo: él es como yo, tiene algo de formación musical, pero en general es autodidacta, se deja llevar sobre todo por su intuición. Y tiene una capacidad de análisis muy aguda. Por ejemplo, me enseñó cómo funcionan las estructuras en los discos clásicos de John Coltrane. Desde entonces, no he podido volver a escuchar esos discos de la misma manera.
En tu nuevo disco, «Imagine this is a high dimensional space of all possibilities», vuelves a trabajar solo. ¿Tenías ganas de controlar de nuevo todo el proceso?
Empecé a grabarlo durante el confinamiento, así que existieron muchas más opciones. Pero creo que tampoco habría tenido sentido, porque trabajé del mismo modo que en The inheritors, con muchas improvisaciones en directo de las que después extraía ideas y fragmentos.
Una vez más, era como pintar un cuadro. Y además, no estaba en mi mejor momento: mi perro tenía cáncer, y mi novia y yo tuvimos que mudarnos a vivir a mi estudio porque nuestra casa tenía filtraciones de agua. No podía trabajar y estaba sin blanca, así que no había manera de arreglarlas. Estábamos los dos encerrados en un espacio minúsculo, con un perro que se moría delante de nuestros ojos. Fue una época muy triste. Hacía música sin pensar mucho en ella, solo para intentar alegrarme.
Una nueva herramienta
Desde luego, el disco tiene un tono muy melancólico. Pero tampoco lo definiría como triste.
Cuando murió mi perro, me quedé en blanco durante algún tiempo. No podía hacer nada, y tampoco podía escuchar la música que había grabado, así que la guardé y me olvidé de ella. Recuperé las cintas algunos meses después, con un espíritu más positivo, y me di cuenta de que había volcado muchas cosas íntimas ahí dentro, cosas de mi infancia, de mi adolescencia. De repente, era como estar de nuevo en una de las raves del bosque
Tengo entendido que desarrollaste un software específico para grabar el disco.
Cuando quieres tocar música electrónica en directo, y quieres improvisar con ella, necesitas herramientas que te permitan trabajar con rapidez y libertad. En la época de The Animal Spirits utilizaba unos patrones de Ableton Live que tardaban un montón de tiempo en cargarse.
Me daba pánico que se fuera la luz o que el ordenador se quedara colgado, y que el púbico tuviera que estar varios minutos esperando a que el concierto pudiera arrancar de nuevo. Así que decidí cambiar a otro software con el que puedo programar previamente entornos que tocan prácticamente solos a partir de algunas instrucciones.
Tocar y escuchar: el trabajo de resistencia de James Holden
Suena como una inteligencia artificial.
No llega a ese nivel, pero todo se andará. La idea es fijar unos parámetros, marcar una estrategia, y que la música crezca a partir de esas guías. De algún modo, el sistema está vivo y me permite interactuar con él. Puedo improvisar a su alrededor, o responder a la música que me envía, y en ciertas ocasiones se produce un diálogo muy interesante.
¿Y cómo se traduce ese diálogo a canciones concretas?
En general toco sesiones largas de improvisación a partir de algunas ideas y dejo la grabadora encendida. Luego escucho lo que he grabado y, si ha salido algo interesante, busco los mejores trozos y los edito. A veces, encajo alguno de esos trozos en alguna canción, otras veces intento volver a tocar esa misma música a partir de cero.
Es un trabajo de resistencia. Consiste en tocar y escuchar una y otra vez hasta que, de repente, la canción florece delante de ti. Cuando notas que la canción te cuenta una historia, entonces sabes que lo tienes.
Sin embargo, «Imagine this is a high dimensional space of all possibilities» es un disco con una apariencia muy meditada. Funciona como un viaje, o como una historia con varios capítulos. Imagino que, aparte de todas esas improvisaciones, también existe un trabajo de edición y composición importante.
Por supuesto, hay una voluntad por construir una atmósfera unitaria y por organizar un relato. De hecho, contiene muchas historias de momentos importantes de mi vida. En cierto modo, es una crónica de mi propia transformación, de los momentos y experiencias que me llevaron a convertirme en la persona que soy. Hay muchos sentimientos encerrados ahí dentro.
Transmitiendo la atmósfera del nuevo álbum
Me gusta mucho el diseño que ha hecho el dibujante Jorge Vélez para el disco, tanto el arte de portada como el libro de ilustraciones que contiene. Me recuerda mucho al trabajo de Moebius.
Soy un gran seguidor de Jean Giraud desde que era niño, y pensé que sería la persona perfecta para transmitir la atmósfera del disco. Le hablé del proyecto a Jorge y tuvimos varias conversaciones acerca de las canciones, de lo que significaban para mí y de las situaciones concretas a las que remitían. Y me ha devuelto algo que va mucho más allá de lo que yo tenía en mente. Ha sabido leer mis pensamientos y expresarlos de una forma muy hermosa.
Recientemente has tocado en España, de la mano de Houston Party, y volverás a un par de festivales a finales de verano. ¿Qué podremos ver sobre el escenario?
Tocaré varias partes del disco, pero no tal y como están grabadas, sino versiones más evolucionadas. Llevo mi software, algunos instrumentos y unos cuantos efectos, suficiente para recuperar toda la energía del disco, pero también para dejar que en el proceso se abran nuevas puertas. Estoy muy intrigado por averiguar hasta dónde pueden llevarme estas canciones.
Fotografía: Laura Lewis
Texto: Vidal Romero
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