Considerado como el artista prodigio del down town de la ciudad de Nueva York de los años 80, Jean-Michel Basquiat ya mostraba signos de un gran talento artístico a muy temprana edad.
De madre portorriqueña y padre haitiano-americano, la diversidad de su herencia cultural marcó sin duda el desarrollo de un lenguaje artístico único que plasmó en su obra a lo largo de su corta pero fulgurante carrera. Criado en el barrio de Brooklyn, las calles fueron el primer gran lienzo de Basquiat a través del graffiti, piezas y tags que firmaba como SAMO (“same old shit”).
Jean-Michel Basquiat, icono del neo-expresionismo
Los muros de las estaciones de metro del Lower Manhattan fueron testigos de salvajes graffitis que mostraban la fuerza y la energía de un Basquiat que empezaba a gozar de cierta reputación entre los escritores de graffiti.
Pero su explosiva creatividad se canalizaba también a través de otras formas de arte, como la poesía y la música, fundando una banda de rock experimental llamada Gray junto al actor y director de culto Vincent Gallo.
A principios de los 80 fue presentado como el artista emergente más destacado de la escena, siendo el participante más joven de la bienal del Museo Whitney de Arte Estadounidense en 1983.
A partir de este momento se convirtió en el pionero del neo-expresionismo, inspirado por el hip-hop, el jazz, la cultura de la televisión y los dibujos animados. Su adicción a la heroína y una gran depresión provocada, dicen, por el fallecimiento de su amigo y mentor Andy Warhol, acabaron con su vida el 12 de agosto de 1988, a la edad de 27 años.
Basquiat y Warhol
A principios de la década de los 80 el destino hizo que Basquiat y Warhol se conocieran para llegar a entablar una estrecha relación profesional y personal. El tándem artístico que formaron dio lugar a una intensa producción, llegando a pintar más de 200 obras en The Factory, el icónico estudio del creador del pop art.
El proceso creativo de sus lienzos combinaba varias técnicas y toda clase de ajustes por parte de ambos artistas, desde que Warhol comenzaba con uno y Basquiat lo finalizaba, y hasta que no estaban de acuerdo no daban una obra por terminada.
En 1985 el dúo de artistas inauguró la exposición Warhol & Basquiat: Paintings, una muestra de 16 de su mejores pinturas que no tuvo la acogida esperada y que supuso el distanciamiento profesional de ambos, y también el personal. Mientras tanto, la popularidad de Basquiat ascendía como la espuma, y su trabajo fue aclamado por la crítica por la fusión de simbología, palabra y figuras infantiles, entre el neo-expresionismo y el primitivismo más arcaico.
En tan sólo ocho años Basquiat había conseguido la fama y se había convertido en una leyenda viva, desde sus exposiciones colectivas con Keith Haring, Julian Schnabel y Robert Mapplethorpe hasta su primer solo, en el que se dice que vendió todas sus obras, la vida de este niño bien salvaje dio varias vueltas a partir de aquél día en el que con tan sólo 15 años decidió vivir en la calle y ganarse la vida vendiendo camisetas y postales con sus dibujos.
En la cumbre de su carrera pintaba enfundado en sus carísimos trajes de Armani, llegaba a sus exposiciones fumando marihuana y se codeaba con la crême de la crême de la escena artística de la década, incluso tuvo un breve y misterioso romance con Madonna cuando ésta lanzó Lucky Star, el single que la catapultaría al estrellato.
Hoy en día las obras de Jean-Michel Basquiat forman parte de la lista de las más codiciadas por los coleccionistas de arte. En 2002, el lienzo Profit I, pintado por el artista en 1982 cuando contaba tan solo con 21 años de edad, se vendió en la casa de subastas Christie’s por más de 5.5 millones de dólares. El 2017 fue el año el año en el que sus obras alcanzaron el récord de la obra de más valor vendida por un artista norteamericano, al adquirir el billonario japonés Yusaku Maezawa el cuadro Untitled por la obscena cantidad de 110.5 millones de dólares en una subasta realizada por Sotheby’s.
La vida de Jean-Michel Basquiat es una sucesión de increíbles sucesos propios de una película de autor, en la que miseria, lujo y genialidad se entremezclan con pasión para dar paso a una obra igualmente intensa y visceral.
Texto: Rosario Muñoz
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