No es tarea fácil condensar una obra como «La naranja mecánica» de Stanley Kubrick -qué decir de su genuina y obsesiva cabeza pensante- en unas cuantas líneas de texto. Más aún cuando me asaltan diferentes sensaciones y disputas internas cada vez que la reviso. Ese versus temerario entre lo humano y lo caótico. El mensaje que cala y el que puede causar estragos.
Acabo de hacerlo por cuarta vez, y es hora de intentarlo. ‘La naranja mecánica’ (1971), un clásico cargado de simbolismo onírico y aplastante en lo visual. Película igual de icónica por su lenguaje -palmaditas siempre para Anthony Burgess- y controvertida como pocas. Un largometraje que siempre está vigente.
Como bien leí en su día sobre Stanley Kubrick: “Kubrick es el director que mejor documenta el paso del cine clásico al moderno”, ¿estamos de acuerdo?
Su logro artístico y gráfico como una advertencia
El caso es que su genialidad, humanismo y perfeccionismo como director nos obliga a amarlo o a reprobarlo. Ambas incluso. Entonces, ¿debe sonar la alarma si realmente un thriller perturbador, ‘ultraviolento’ y distópico como ‘A Clockwork Orange’ (título original) me hace disfrutar tanto? Aún sigo dándole vueltas… Ahora hay más raciocinio que de chaval, la moral tanto personal como colectiva, se articulan de otra manera.
Fue en una entrevista al propio cineasta, y tan solo un año después del estreno de ‘La naranja mecánica’, donde nos advertía que esta cinta, y más en concreto las acciones de héroe/villano Alex DeLarge (Malcolm McDowell), nos llegan a un nivel subconsciente, por esa razón el público respondía a la forma básica de la historia como cuando nos enfrentamos a un sueño. Uno ‘videado’ de forma implacable por un obseso del Séptimo Arte.
«La naranja mecánica», la primera película de ciencia-ficción de la historia en ser nominada en los Premios Óscar
Como solía pasar con todo en aquel entonces, la película nos llegó tarde y no se estrenó en España hasta el año 1975. Antes ya tuvo su recorrido por las pantallas de Estados Unidos y el Reino Unido donde la calificaron como película ‘X’. Luego se quedó en ‘R’ (+18 años) al sufrir algo de tijeras. Curioso, a pesar de su enorme controversia y polarizar tantísimo a críticos y espectadores, fue nominada a Mejor Película en la 44ª edición de los Óscars (acabó ganando otro peliculón, ‘The French Connection’). Por cierto, también como ‘X’ y antes que ‘La naranja mecánica’, hubo otra cinta nominada con idéntica calificación: ‘Cowboy de medianoche’. Tenía que decirlo.
Sí que ‘La naranja mecánica’ resultó ser la primera película catalogada como ciencia-ficción -recordemos que está ambientada en un futuro distópico, altamente incierto y con una sociedad radicalmente polarizada- en ser nominada a la que se entiende es la categoría más importante de los Premios Óscar.
Una potente historia narrativa que proclama un mensaje moral y social
Es cierto, la actitud despreocupada, burlesca y salvaje de la cuadrilla protagonista es clave. De hecho se cuenta que Burgess, autor de la novela original, se basó en un suceso real para inspirarse en ellos. Su mujer fue violada por cuatro soldados americanos, la apalizaron e incluso perdió el bebé que esperaban. Jodidamente triste, ya no es un mero sueño que se descontrola.
Y como suele suceder. A pesar de tratarse de una potente historia narrativa que finalmente en formato de ficción proclama un mensaje moral y social, en el Reino Unido se fue de madre, padre, primos y primas. Incluso se dejó de proyectar, parece ser a petición del mismo Kubrick. Amenazas de muerte hacia él y su familia, así como imitadores que cometieron violaciones y asesinatos en la vida real, fueron la causa.
Pirateo en VHS, algún video-comunitario con ganas de armar revuelo entre los inquilinos y una obra de teatro aparte, ‘La naranja mecánica’ volvió a reestrenarse allí en 1999. Sí, un tiempecillo después. Y por si te lo estabas preguntando, misma suerte corrieron otras películas icónicas como ‘La última casa a la izquierda’ (1972), ‘Nueva York bajo el terror de los zombies’ (1979), ‘Holocausto Caníbal’ (1980), ‘Evilspeak’ (1981) o ‘Posesión Infernal’ (1981). Cerca de un centenar.
Sensaciones y disputas internas
Al final todo es cómo de bien o mal amuebladas tengas las neuronas en casa. Si eres de sufrir chispazos que cortocircuitan y no sabes discernir entre realidad y ficción… ¡Peligro! Personalmente soy un amante del cine splatter y slasher. También en otros formatos como el cómic, me encanta el horror gráfico. Pero sin embargo no voy por la calle como un carnicero violento y desenfrenado.
Misma sensación tengo cuando acudo a un festival de cine como el de Sitges. Donde reina una conciencia muy afable y pacífica entre los miles de asistentes. No por títulos y propuestas tan bestiales como ‘Terrifier’, ‘Hatchet’ o ‘The Collector’ van a reivindicarse luego en la vida real como enfermos matarifes. No.
Cuando el dominante es dominado
La ultraviolencia es un término que se aplica a actos de extrema violencia, a menudo sin justificación y con víctimas en su mayoría escogidas al azar. Normalmente aquellas que, como bien vemos en esta cinta, son vulnerables y pilladas por sorpresa. Recordemos al mendigo debajo del puente, el excéntrico escritor y su esposa…
También se dio representación a eso tan manido -como cierto- de «la violencia por la violencia». Extendiéndose tanto como un deporte contagioso. Quedó demostrado en aquella batalla -coreografiada un tanto cómica, la verdad- de bandas. Y por supuesto cuando al amigo Alex se le comienzan a torcer las cosas. Todas las cosas. El dominante dominado. Pasando de verdugo, a víctima.
La fibra que se toca, de nuevo, es siniestra y familiar. Exige reflexión, exige atención ¿De verdad es posible curar fobias a través de una tal técnica de exposición o Ludovico, como aparece en el film?
Otras películas que considero son dignas de llevar colgada una medallita con este término, y que porque no decirlo, sugiero, serían ‘Upgrade’, ‘Battle Royale’, ‘Snowpiercer’ (que además también guarda un potente trasfondo para analizar), ‘The Raid’, ‘Hardcore Henry’ y ‘Perros de paja’.
Un desafío de composiciones orquestales y el noble arte de los sintetizadores
¡Y lo que me gustan siempre las bandas sonoras… si yo os contase! En esta ocasión no hay pérdida, sino perdición. Muchas de las músicas que se propagan por ‘La naranja mecánica’ son archiconocidas.
Esa Sinfonía No. 9 en D menor -puro éxtasis- y coral Himno de la Alegría de Ludwig van Beethoven; la galopante y guerrillera Obertura de Guillermo Tell obra de Rossini; o por supuesto el ‘Cantando bajo la lluvia’ de Gene Kelly pero en alguna que otra versión bastante más dudosa y peligrosa.
Desde luego lo que encumbra esta B.S.O. es la labor de Wendy Carlos. Magistral y entrañable es su desafío de composiciones orquestales de Música Clásica pero con la bendita novedad de la electrónica, más bien el noble arte de los sintetizadores. Es por esa razón, por su buena dosis de Moog, que la pieza que más resuena en mi sesera desde siempre, y me maravilla, ‘Música para el Funeral de la Reina Mary’ de Henry Purcell.
Imágenes irreales perfectamente sonorizadas de «La naranja mecánica»
La propuesta de una persona licenciada en Música y Física es, a la vez que brillante, extravagante, cautivadora, inquietante, reconfortante y muy distintiva. Los sonidos sintetizados dieron nuevas dimensiones y encima es que encajaban perfectamente con las imágenes irreales que abrumaban la pantalla. Por otro lado, ‘la letra pequeña’ nos dice que Wendy tuvo que lidiar con el genio obsesivo del director y hacer varios cambios y readaptaciones que finalmente no aparecieron en la cinta. Decidiendo un tiempo después publicar su propia versión de la banda sonora con cortes inéditos.
Y me alegro por ella, una pionera, y por todo lo que supuso después. Ojo que Kubrick había pensado en un combinado muy distinto para su largometraje. Uno comandado por la música rock. Pensó en The Rolling Stones para que encarnaran algunos de los personajes. También en la mítica banda Pink Floyd para componer el soundtrack. Ambas miraron para otro lado.
Ah, esto lo descubrí hace años mientras miraba el póster que tenía colgado en mi habitación. La banda británica de post-punk y new wave Sigue Sigue Sputnik, compuso varias canciones que aluden a la película. ‘Ultraviolence’ o ‘Super Crook Blues’, por ejemplo. Pero es sobre todo un goce la versión extendida del ‘Love Missile F1-11’ que está plagado de sorpresillas.
«La naranja mecánica», un gran paradigma de arte y comunicación
A mi manera de ver y pensar las cosas, pienso que es el sistema el que nos sigue dejando colgados y no para de darnos error, error, error… Stanley Kubrick pone el dedo en la llaga, y como es tan jodidamente astuto y virtuoso, en la oferta que nos construye domina lo visual. Lo estético. Nos empequeñece y nos conecta a todos esos planos e imágenes. ‘La naranja mecánica’, cinta de culto que es un gran paradigma de arte y comunicación. ¡Conductismo big size!
Texto: Bruno Garca
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