Conviven en el título del tercer disco de Mount Kimbie, Love what survives (Warp, 2017), un cierto poso de fatalidad y un soplo de esperanza. Contemporáneos de luminarias como James Blake o Micachu, estos dos londinenses parecían destinados a compartir la gloria de sus amigos, hasta que un segundo disco demasiado ambicioso estalló entre sus manos, forzando un repliegue que casi termina con ellos. Así que “Ama a lo que sobrevive” parece querer decir que debemos darles otra oportunidad, porque han sido capaces de reconstruirse, pero también porque lo han hecho volviendo a sus orígenes, puliendo y mejorando una manera de hacer canciones que ya sabíamos brillante.
La primera vez que entrevisté a Mount Kimbie se acababa de publicar su disco de debut, el estupendo Crooks & lovers (2010). Aquella era una época de cambios: después de su explosión inicial, el dubstep estaba mutando a una velocidad desbocada, contaminándose con todo tipo de estilos y elementos extraños, hasta el punto de que cada artista parecía funcionar como un universo independiente. Dentro de aquel entorno incierto (“post-dubstep” fue el nombre que recibió de manera provisional), el proyecto que compartían los londinenses Dominic Maker y Kai Campos brillaba con una luz propia. Y si lo hacía, era precisamente porque en su coctelera particular la pareja introducía todo tipo de ingredientes: desde el techno al hip hop, pasando por el drum’n’bass, la IDM y (sobre todo) el pop. “Estar metidos dentro del saco del dubstep es algo que pudo ayudarnos al principio”, reconoce Campos desde su estudio en Londres, “pero que terminó por pasarnos factura, cuando quedó claro que nuestras intenciones iban por otro lado”.
Campos no lo dice de manera explícita, pero posiblemente se refiere al (relativo) fracaso que supuso el segundo álbum del proyecto, Cold spring fault less youth (2013). Un artefacto que él mismo considera “completamente inacabado y fuera de foco”, y cuyas mayores faltas se debían a la carencia de músculo (no era exactamente un disco de baile, pero tampoco un disco para escuchar en casa) y a su indefinición estilística, algo imperdonable en un momento en el que muchos de los pioneros del dubstep se dejaban caer por el tobogán del techno. Un aparente callejón sin salida del que la pareja ha salido con “Love what survives”, un disco que a primera escucha podría parecer una marcha atrás, un retorno temeroso al sonido que practicaban en sus primeros días, pero que poco a poco va desvelando todo su potencial: una mezcla de estructuras electrónicas inestables, fogonazos de instrumentación real, atmósferas informes y voces emocionantes (cortesía de amigos como James Blake, Micachu o King Krule) que se convierte en canción como por arte de alquimia.
Tengo entendido que empezasteis a trabajar en Love what survives en 2014. ¿Por qué se ha retrasado tanto? Han cambiado muchas cosas. Ha cambiado la forma en la que vivimos, porque hace tiempo que Dominic se mudó a Los Angeles y yo sigo residiendo en Londres. Ha cambiado también la banda que toca con nosotros, que está mucho más cohesionada y tiene un peso más importante en las canciones. Y todo eso afecta a la manera en la que hacemos música.
Imagino que también habréis tenido que recalibrar vuestra relación. No tenemos más remedio que trabajar por separado, claro. Nos mandamos cosas por correo electrónico y esperamos a ver qué opina el otro. A veces llega alguna cosa tan buena que nos emocionamos y comenzamos a enviar pistas a un lado y otro de manera muy veloz, pero lo normal es que el ritmo de composición sea mucho más reposado: lo que habría tardado un par de horas cuando estábamos juntos en el estudio puede dilatarse ahora hasta un par de semanas.
¿Entonces todo se ha grabado a distancia? Llegó un momento en el que no podíamos avanzar gran cosa cada uno por su cuenta, así que hice un viaje a Los Ángeles y estuve allí un par de semanas. Fue un momento muy dulce, porque nos ayudó a reencontrarnos y los problemas que hacían encallar al disco se arreglaron con mucha rapidez. Más tarde, Dominic vino también a Londres y alquilamos un estudio, para grabar algunas cosas que no podíamos hacer bien en casa, y para poner en común algunas canciones con la banda. Ese fue otro gran momento, porque trabajar todo el día delante de un ordenador puede llegar a ser muy duro, entrar en el estudio y comenzar a tocar instrumentos reales funciona como una auténtica liberación. Además, la manera de tocar y los resultados son mucho más interesantes, tienen una energía diferente. Me encanta sentarme a programar cajas de ritmos.
Teniendo en cuenta que cuando empezasteis teníais un estudio montado en el salón de vuestro piso, para poder encender el equipo en cualquier momento del día o de la noche, esta situación debe resultar frustrante. A veces lo es, sobre todo porque trabajar sólo te hace ser más inseguro. Pero también creo que al perder esa inmediatez hemos tenido más espacio para reflexionar acerca de las canciones, y que eso se ha traducido en una mayor ligereza dentro de la producción. Quiero decir, hay menos instrumentos y detalles, el sonido es más claro y seco, y todo esto no es una consecuencia de alguna limitación que nos hayamos impuesto, sino el resultado de haber dedicado más tiempo a escuchar lo que estábamos grabando.
Eso que comentas también se refleja en la propia estructura de las canciones, que en general son más sencillas y directas. Más clásicas, si se puede emplear ese adjetivo. Cuando eres joven y estás escribiendo una canción quieres terminarla rápidamente, así que no te esfuerzas en comprobar si hay algo que sobra en la producción. También intentas trabajar con estructuras más atípicas, con idea de epatar a los oyentes y de hacerte el interesante. Cuando te vas haciendo mayor, sin embargo, comienzas a sentirte atraído por las estructuras más clásicas y buscas la originalidad en otros aspectos: en la manera de construir las melodías, en los arreglos o las transiciones.
Hablando de las transiciones, me gusta mucho la manera en la que va evolucionando el disco, como si estuviera contando una historia. ¿Hay algún tipo de concepto, o de línea maestra? Existe una historia, pero no estaba planeada desde el principio, sino que fue surgiendo a partir de todas las piezas que teníamos en lo alto de la mesa. Habíamos escrito muchas canciones, teníamos mucha música grabada que queríamos incluir en el disco, y poco a poco fuimos descubriendo que algunas de las piezas funcionaban muy bien cuando las poníamos juntas. Así que decidimos construir nuestra historia a partir de ahí, añadiendo nuevos arreglos y transiciones para que todo encajara mejor.
Todo esto que me cuentas parece tener que ver con el título del disco. Como te he dicho, no teníamos un plan preconcebido, pero a medida que avanzábamos en el disco, la idea del título fue tomando forma. Se refiere a todas esas partes dentro de una canción que tienes que desechar para quedarte con lo esencial, y de cómo lo que se mantiene funciona mucho mejor. Pero también es una reflexión acerca del hecho de ir haciéndose viejo y decidir qué cosas de tu pasado te interesa conservar, cuáles son esos recuerdos y esas personas que te han hecho llegar hasta el momento en el que te encuentras. Qué aspectos de tu vida quieres mantener tal y como están.
Imagino que dentro de las cosas que queréis mantener estará gente como James Blake, Archy Marshall (King Krule) o Mica Levi (Micachu). Todos ellos cantan en varias canciones del disco. Todos son amigos, y también está Andrea Balency, que forma parte de nuestra banda. Han estado siguiendo la creación del disco de cerca, así que podíamos tocarles trozos de canciones o ciertos arreglos mientras los estábamos desarrollando, para que decidieran dónde y cómo querían participar. Después, sólo hemos tenido que ir puliendo esas colaboraciones, grabando en el estudio o cambiando ciertas cosas. En ese sentido, ha sido una suerte que Dom esté en Los Ángeles porque James Blake vive también allí, y eso nos ha permitido tenerlo de nuevo al alcance de la mano.
También colaboran varios de los músicos de vuestra banda, añadiendo instrumentos reales. La banda que nos acompaña en directo es importante. Llevamos tocando mucho tiempo con estos músicos, así que tratamos de mantenerlos cerca durante el proceso de composición e incluso les dejamos participar en la medida de lo posible. Cuando vino Dom quedamos con ellos para poner en común algunas ideas, hicimos un par de canciones que habíamos escrito para el disco y el resultado fue increíble: añadió a lo que habíamos hecho una cualidad física que antes no poseía. Así que decidimos trasladar esa sensación al estudio y regrabamos las canciones. Nos habría gustado realizar el experimento con algunas canciones más, pero el tiempo de estudio que teníamos era limitado y teníamos muchas otras cosas que hacer.
La imaginería que acompaña al disco es muy interesante, muy poderosa a nivel gráfico. ¿Estáis pensando en hacer algo con ella cuando toquéis en directo Estamos trabajando en un concepto visual, pero no tiene nada que ver con el diseño del disco. De hecho, no nos interesa tanto trabajar con visuales como con otro tipo de elementos, algo que resulte menos intrusivo. No queremos que las imágenes sean una distracción y que el público se quede mirando a la pantalla en vez de prestar atención a la música, así que estamos pensando en un espectáculo más relacionado con las luces.
Entrevista Vidal Romero
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