Durante años fue el niño bonito de la escena electrónica: un jovenzuelo capaz de conjurar una música a medio camino entre el techno y la IDM, que resultaba melancólica y extrañamente magnética, experimental y a la vez accesible. Hasta que de repente, y siguiendo esa lógica de que todo lo que sube tiene que bajar, un día amaneció sumergido en un bloqueo creativo del que le ha costado cinco años salir. Providence (Ninja Tune, 2017), la criatura que le ha devuelto a la vida, es su disco más experimental y escurridizo: una colección de temas que bascula entre la improvisación orgánica, la explosión psicodélica y la frialdad digital; que elude el baile y busca acomodo en las zonas oscuras del pensamiento.
Cuenta Fake, al otro lado del teléfono, que después de publicar su tercer disco largo, Steam Days (2012), se vio sumergido… «en una gira interminable, que me dejó sin tiempo ni ganas para escribir». Una sensación que se vio amplificada por un estado cercano a la depresión, «debido al cansancio motivado por todos esos viajes, a ciertas cosas que estaban sucediendo en mi vida y a la propia frustración que sentía al no ser capaz de escribir nada que me convenciera». Una auténtica pescadilla que se mordía la cola, a la que no sabía cómo prender anzuelo. Me concentré en tocar todavía más en directo, prosigue, en perfeccionar mi espectáculo hasta niveles que rozaban lo insano. Y un buen día tuve una especie de epifanía y me puse a escribir sin pensar mucho en lo que estaba haciendo, sin pararme a decidir si era bueno o si era malo. Y en poco más de seis meses, tenía terminado el disco.
¿Puedes hablarme más acerca de esa epifanía? Me di cuenta de que tenía que cambiar de equipo, de que había estado utilizando los mismos aparatos durante mucho tiempo y había llegado a exprimirlos en demasía. Mi relación con ellos estaba viciada, por decirlo de algún modo. Así que compré varios sintetizadores y aparatos de los noventa, como el Korg Prophecy, que tiene un papel muy importante dentro del disco.
Es una elección curiosa, al menos para los tiempos que corren. La verdad es que ahora mismo, como está todo el mundo obsesionado con los sintetizadores modulares, es relativamente fácil y económico encontrar máquinas de ese tipo en las tiendas de segunda mano. Y por otro lado, la electrónica de los noventa es una influencia que siempre ha estado presente en mi música, a través de bandas como Boards Of Canada. Me gustan esas tan cosas marcianas que se hacían entonces, esa mezcla entre suciedad analógica y los sonidos limpios y cristalinos, de origen digital, que podías escuchar en muchos de los discos de la época.
Esa descripción, desde luego, serviría también para “Providence”, que es el álbum más experimental de todos los que has publicado hasta la fecha. La mayoría de los temas ni siquiera se pueden bailar. Tiene mucho que ver con la manera en la que he grabado el disco, utilizando muchos previos y efectos analógicos, pero también máquinas de cinta en lugar de ordenadores. Eso me ha llevado a plantear las canciones con más libertad: tocaba melodías en los teclados, improvisaba y grababa las secuencias que más me gustaban, las editaba y las volvía a utilizar como punto de partida. En el fondo, el planteamiento es muy parecido a lo que hago cuando toco en directo.
El resultado es mucho más oscuro y ensimismado, casi parece el trabajo de otra persona. Es que el punto de partida es diferente; se trata de un disco que no está pensado para pincharlo en los clubes, sino para escuchar en casa. Por eso los temas se van desgranando poco a poco, creando un flujo que atraviesa el álbum desde el principio hasta el final. Algo a lo que contribuye la paleta de instrumentos, que es voluntariamente reducida.
Esa idea de limitar tu equipo con herramientas “obsoletas” ya estaba presente en Glaive, el EP que publicaste a principios de 2015. En aquella ocasión, la clave estaba en utilizar únicamente una versión de un secuenciador de software desactualizada. El concepto era parecido, es cierto, pero a nivel de composición ese EP estaba mucho más cerca de lo que había hecho en Steam Days, para mí funciona como un epílogo de aquel disco. Los temas que contenía estaban muy enfocados hacia el club, y eso es de algún modo un reflejo de lo que estaba haciendo en mis directos de aquella época, que también estaban planteados de esa manera. Para el disco, en cambio, quería grabar algo que resultara menos evidente, quería grabar una música que fuera menos funcional.
¿Es esa la razón de que muchas de las canciones sean tan cortas? Parecen funcionar como chispazos, como ideas que se lanzan al aire y se dejan en bruto, sin apenas desarrollarlas. La intención era exactamente esa, crear pequeñas viñetas que encajaran dentro del continuo que conforma todo el disco, pero que no llegaran a imponerse a las demás, que no se perdieran en los típicos desarrollos que están destinados a la pista de baile. En ese sentido, y aunque te parezca extraño, esas canciones cortas son las que más elaboradas están, precisamente para pulir todos esos elementos que pudieran sobrar. Todas, excepto la primera y la última, que están prácticamente improvisadas, casi como si estuvieran tocadas en directo.
Otra excepción sería Degreelessness, la canción que has grabado a medias con Prurient y que se va más allá de los ocho minutos. Curiosamente, a pesar de su duración y de la fama de duro que tiene Dominick Fernow, es la más accesible del disco. Conocí a Dom en Génova, en el backstage de un festival en el que tocábamos los dos. Estuvimos toda la tarde hablando y nos hicimos amigos. No conocía apenas su trabajo como Prurient, pero me gustan mucho las cosas que graba como Vatican Shadow, y me sorprendió descubrir que él también conocía mis discos, y que le gustaban. Así que decidimos que sería interesante probar a grabar algo a medias. Le mandé algunas cosas por internet y me devolvió lo que suena en el disco, tal cual.
Es curioso, porque encaja perfectamente dentro de Providence, parece escrita con ese fin en mente. Al principio no tenía muy claro lo que hacer con esa canción, pensaba que terminaríamos publicándola como un maxi, una especie de proyecto paralelo. Pero poco a poco me fui dando cuenta de lo mucho que pegaba con las demás cosas que estaba escribiendo para el disco, así que le escribí preguntándole si le importaría que la utilizara. Lo que no termino de entender es por qué la ha firmado como Prurient, para mí no es tan oscuro o duro como las cosas que suele publicar con ese nombre. Lo veo más cercano a lo que hace como Vatican Shadow, que es mucho más melódico.
El disco contiene otra colaboración, RVK, en la que canta Raphaelle Standell-Preston, de la banda canadiense Braids. El resultado es casi una canción pop. La historia es parecida a la de Dom. Jon Hopkins nos presentó en Japón, después de uno de mis conciertos; nos conocimos y nos hicimos amigos. De nuevo pensé que podríamos colaborar, así que le mandé cosas por internet y él me devolvió esas pistas vocales tan maravillosas. Las voces son algo que no suelo manejar muy bien, pero en este caso me parecía que encajaban de manera muy natural con todo lo que yo estaba haciendo, casi como una extensión de la paleta de instrumentos que había estado utilizando para el disco. Creo que la clave reside en su voz, que es clara y al mismo tiempo poderosa, pero también en la manera que tiene de cantar, comprometiéndose siempre al límite.
Para terminar, y teniendo en cuenta que estarás tocando en España esta semana, me interesa que me hables de lo que nos vamos a encontrar. Si el disco es muy distinto a los que habías grabado antes, imagino que el espectáculo también lo será. En el espectáculo tienen mucho peso las visuales creadas por Matt Bateman, un chico que ha trabajado con gente como Jon Hopkins o Clark, y que también ha diseñado la portada del disco. En cuanto a la música, el grueso de las canciones proviene de Providence, pero las versiones serán más duras y largas, más pensadas para el baile. Estoy deseando estrenar este nuevo espectáculo con vosotros, por cierto. España es uno de mis lugares favoritos para tocar, siempre he sentido una conexión especial con el público de allí, y eso ayuda a que mis conciertos sean mejores.
Entrevista: Vidal Romero
Foto: Timothy Saccenti
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