Sobre el papel, una alianza entre Róisín Murphy (ya entrevistada en OCIMAG en otras ocasiones) y DJ Koze podía resultar extraña. La primera se curtió en la escena del trip hop de los 90, y después se ha reconvertido en una auténtica diva disco, una cantante de voz poderosa, que cultiva con esmero la exageración y la extravagancia visual, capaz de cambiar de vestuario decenas de veces en una misma actuación.

El segundo es un esteta del minimal house, un tipo que vive encerrado en su estudio, obsesionado con el detalle y los sonidos minúsculos; un tipo perfeccionista y meticuloso, que se pirra por los temas cocinados a fuego lento y de regusto psicodélico. Sobre el papel era difícil averiguar adónde podía nllevar semejante combinación.

Y quizás por eso el resultado es sorprendente: la criatura que han parido juntos, Hit Parade (Ninja Tune, 2023), es un disco en el que se suceden los saltos de estilo y los giros argumentales en el que caben desde un soul con aires sesenteros a una pieza de spoken word experimental, desde un house de aires sedosos hasta un funk que mira de reojo hacia la pista de baile.

Todo ello aliñado con unos arreglos coloristas y meticulosos, con gozosas salidas de tono y sonidos alienígenas, que demuestran un espíritu surrealista y festivo. Un disco que se encomienda al disfrute por encima de todas las cosas, que elude etiquetas y categorías. Una improbable colección de éxitos marcianos que constituye, sin duda alguna, lo mejor que ha publicado Murphy hasta la fecha.

«Hit Parade», sin prisas

Me ha sorprendido que confiaras tu nuevo disco a DJ Koze, que en apariencia se mueve en un registro musical muy distinto al tuyo. ¿Tuvieron algo que ver las dos canciones que grabasteis juntos en 2018?

Stefan contactó conmigo a través de Matthew Herbert, que es un viejo amigo. Quería que cantara en el disco en el que estaba trabajando en ese momento, «Knock Knock». Yo no lo conocía de nada, no había escuchado su música, pero me pareció un tipo muy gracioso y consiguió llamar mi atención. Además, tampoco era algo complicado: solo quería que cantara un par de líneas para uno de los temas del disco, Scratch That, para sustituir un sample que no le convencía del todo.

Ni siquiera teníamos que vernos, no había que coger un avión ni reservar un estudio. Podía grabarlo yo misma en casa. Varios días después me mandó una versión completamente distinta de la canción, en la que había manipulado y modificado mi voz hasta hacer algo irreconocible. Y me propuso cantar en otra canción nueva, «Illumination», que había escrito alrededor de mi voz. Es la manera que tiene de trabajar: coge un sonido, una melodía o un sample cualquiera, y de ahí puede conseguir sacar cuatro o cinco canciones distintas.

¿Fueron esas canciones una especie de punto de partida para Hit Parade?

Me olvidé del tema durante unos cuantos meses, y de repente me llamó un día y me dijo que quería producirme un disco completo. También me dijo que, si aceptaba, tendríamos que hacerlo a su manera. Sin prisas, como si fuera un hobby, trabajando cada uno en su casa. Me quedé en shock, pero por supuesto le dije que sí.

La belleza en el error

¿Y lo hicisteis a su manera?

¡No del todo! Las canciones siempre empezaban del mismo modo: él me mandaba unas bases, yo grababa mis voces y se las devolvía. Pero a partir de ahí, cualquier cosa podía suceder. Stefan es una caja de sorpresas y nunca sabes qué diablos pasa por su cabeza: puede ser que cambie por completo los ritmos y se quede con las voces tal cual o que las recorte y las vuelva a montar. O que solo le interese un trozo que cualquier otra persona habría desechado, y de ahí nazca algo que no tiene nada que ver con el tema en el que estaba trabajando.

Además, tiene la capacidad de encontrar la belleza en el error: para él, esos fragmentos en los que has desafinado o te ha salido un timbre de voz extraño son como pequeños tesoros. Incluso ha utilizado un mensaje de voz que le mandé al móvil, está al principio del disco. Por supuesto, no se le ocurrió pedirme permiso antes de usarlo.

Tengo entendido que grabar Hit Parade ha sido un proceso muy largo.

Hemos tardado cinco años, y podría haber sido más largo si no me hubiera plantado a finales del año pasado. Pero como te he dicho antes, eso formaba parte del trato. La idea era trabajar sin prisas ni agobios, de una manera esporádica, para que las ideas se asentaran y pudiéramos discutir con calma. Además, Stefan es un perfeccionista obsesivo, la clase de persona que puede estar trabajando durante horas y días en una canción o un arreglo, hasta que considera que está perfecta. Es un auténtico problema, porque eso significa que muchas veces quería tirar a la basura canciones casi terminadas, canciones brillantes, pero que a él no le parecían lo suficientemente buenas. He tenido que pelear mucho con él a cuenta de esto. Si me hubiera quedado callada, el disco tendría ahora mismo la mitad de canciones.

Una exploración de mi personalidad de Róisín Murphy

El disco tiene muchos estilos y tipos de sonidos diferentes ¿Es consecuencia de ese proceso tan largo o era una manera de buscar un territorio común?

No había restricciones de ningún tipo. Queríamos explorar estilos muy distintos y descubrir si funcionaban mejor que otros. Además, somos dos artistas bastante exigentes y con mucho carácter, así que las discusiones podían ser muy largas [risas]. Y luego está esa manía de Stefan de cambiar las cosas de un día para otro y ponerlo todo patas arriba.

Por lo que me cuentas, debió de haber un momento en el que estabas trabajando al mismo tiempo en Hit Parade y en tu disco anterior, Róisín Machine (2020). Me parece interesante, porque son tus discos más descaradamente dirigidos a la pista de baile. ¿Hubo un trasvase de intenciones en algún momento?

Para mí se trata de dos criaturas completamente distintas. Róisín Machine es un disco sobre la ciudad de Sheffield y sobre mi adolescencia; sobre los clubes a los que iba cuando era adolescente y la música que escuchaba, las cuestiones que me ayudaron a moldear la persona que soy ahora. En cierto modo es una exploración de mi personalidad y de mis raíces, algo parecido a contar mi historia, pero utilizando canciones oscuras de funk y de soul. Es un disco muy reconcentrado. Salió en la pandemia, y me decían que era una banda sonora perfecta para aquel momento.

Róisín Murphy

¿Qué significa el título del nuevo disco, Hit Parade? ¿Es una especie de broma?

La auténtica broma es que ya no existe nada parecido a un hit parade. Antes tenías el Top Of The Pops, los programas de la televisión y las radiofórmulas, las revistas que ayudaban a construir las carreras de los artistas y a crear estrellas dentro del mundo de la música. Los adolescentes devorábamos todo ese material, nos fundíamos con él. Pero hoy no queda nada de todo aquello.

La música está segregada en multitud de canales, cada uno de ellos con su pequeño universo, y ni siquiera los niños de hoy en día están demasiado pendientes del tema: les interesan más otras cosas, como los videojuegos, los vídeos de YouTube o los bailes de TikTok. En mi caso, esa competición en el mundo del pop fue bastante importante. Me ayudó a definirme como artista y como persona, y me ha permitido tener una carrera que de otro modo no existiría.

El estilo único pero caótico de Róisín Murphy

Desde luego, es algo que se puede mapreciar en todo el cuidado que pones en los aspectos visuales: los vídeos, las fotografías, la cantidad de modelos diferentes que utilizas cuando tocas en directo, y que sueles diseñar tú misma. ¿Es una manera de añadir contexto a las canciones, de crear caracteres que hagan referencia a lo que cuentan las letras o la música?

Tiene más que ver con mi propia educación. Siempre quise ser una artista visual, estudié para serlo, y si terminé en el mundo de la música pop fue un poco por accidente. Así que siempre intento añadir esa capa a la música que hago, algo que sea al mismo tiempo extraño, hermoso y sorprendente. Creo que es un estilo único, un poco caótico, pero que me refleja bastante bien [risas], y que cambia de disco a disco. Se trata de disfrutar de la sensualidad, de la libertad, de cuestionarte continuamente lo que haces. Cuestionarse a una misma está muy bien.

¿Y cómo se refleja eso en esas versiones de Róisín Murphy que, de momento, han aparecido alrededor de Hit Parade?

Como tú mismo decías, se trata de caracteres inventados. Son disfraces que no me cubren del todo, que exageran aspectos de mi personaje.

Una broma a los cánones de belleza

El muñeco que aparece tanto en la portada del disco como en el vídeo de The Universe es justo eso: una caricatura exagerada alrededor de tu cara. He leído que has utilizado la inteligencia artificial para hacerlo.

El disco estaba casi terminado, y desde el sello me estaban presionando para que trabajara en una portada. Y entonces descubrí a Beth Frey, una artista canadiense que hace unas cosas increíbles, y que no tiene miedo a mezclar diferentes técnicas o disciplinas artísticas. Vi las cosas que estaba haciendo, una mezcla entre muchas técnicas, entre las que también está la inteligencia artificial, y empecé a preguntarme cómo podría integrarla en mi música.

El resultado es una gran broma alrededor de los cánones de belleza que se suelen aplicar a la mujer: la representación de la mujer como una muñeca siempre ha sido bastante ridícula, y nuestra intención era exagerarla, llevarla tan lejos que se convirtiera en una parodia. Gran parte del éxito se debe a que la inteligencia artificial es ahora mismo una tecnología muy nueva, es todavía joven, así que cuando la utilizas se producen muchos errores e imperfecciones, que es precisamente lo que me interesaba conseguir. Dentro de un par de años, hacer este tipo de cosas será mucho más aburrido.

Róisín Murphy

El otro vídeo que has lanzado, Fader, tiene unas hechuras muy diferentes: está grabado en blanco y negro, con un estilo muy sobrio. He leído que lo grabaste en el pueblo donde naciste, y que todos los que salen son vecinos de allí. ¿Es también una especie de homenaje?

Fue una experiencia muy bonita. Mi intención era exactamente esa, rendir un homenaje a la gente del pueblo donde crecí. Por eso invité a muchos de ellos a participar en el desfile. Pero ya sabes cómo es grabar un vídeo: tienes que parar un montón de veces, tienes que repetir escenas y comprobar si todo encaja en la idea que tenías. Y durante todas las paradas, esa gente estaba ahí, contenta y con una paciencia infinita. Pocas veces me he sentido tan querida y tan arropada.

El lado filosófico de Róisín Murphy

Me interesan mucho las letras que haces, porque suelen contener mensajes interesantes. En «Hit Parade» hay mucha reivindicación de la sexualidad y de la diversión, pero también hay algunas sorpresas. Por ejemplo, «Free Will», que parece un alegato filosófico. Es un tema curioso para un disco de pop hedonista.

Siempre he leído filosofía. Es una costumbre que me inculcó mi padre, que era un gran aficionado. Pero durante la pandemia pude dedicarle más tiempo a leer y a pensar sobre lo que leía. Y una de las cosas que más llamaron mi atención fue el concepto de libre albedrío, de si realmente existe algo así.

Mi conclusión es que en realidad no existe: no podemos controlar del todo nuestros pensamientos y nuestros deseos, no podemos decidir lo que deseamos, es algo que escapa a nuestro control. Y desde luego, el amor, el sexo y la diversión tienen mucho que ver con esa falta de control. En realidad, creo que llevo escribiendo sobre este tema toda mi carrera, aunque ahora sea más evidente.

También me llama la atención la letra de The Universe y el tono con el que está cantada. ¿Tiene algo de autobiográfica?

Es una canción muy interesante, porque es de las pocas que Stefan y yo escribimos juntos. Vino a pasar varios días a mi casa, en Ibiza, y le encantó. Decía que era muy tranquila, como un oasis. Así que se puso a grabar el sonido del jardín, el viento, los insectos, todas esas cosas que están ahí fuera, y los incorporó a unas bases que ya traía hechas. Luego me obligó a cantarla de esa manera tan particular. Es algo que yo no veía claro, pero Stefan puede ser muy insistente. Y tengo que reconocer que tenía razón.

Pero volviendo a la letra, sí que tiene un componente biográfico: la escribí durante la pandemia, en el segundo confinamiento. Miraba por la ventana, veía ese paisaje vacío, toda la isla liberada de gente y de turistas, y pensaba que aquello era perfecto. Pero al mismo tiempo había un coro de voces que sonaba desde un segundo plano, que me recordaban que aquello no podía ser real. Que había algo raro en tanto silencio.

Página web de Róisín Murphy

Texto: Vidal Romero
Fotografía: Nik Pate, Beth Frey y Bráulio Amado

 

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