A pesar de que lleva pinchando por esos mundos de dios desde finales de los ochenta, el ingles Sean Johnston sigue siendo un pequeño desconocido. La razón, posiblemente, se debe a su escasa actividad en los estudios: su proyecto más conocido, Harday Bros, apenas dispone de media docena de referencias, y antes de eso solo existieron un puñado de oscuros alias, que raramente llegaban a superar los meses de vida.
Sin embargo, Sean Johston también es interesante porque posee un proyecto a medias con Andrew Weatherall, A Love From Outer Space, con el que exploran la historia de la música de baile desde una perspectiva diferente: aquella que defiende que mientras más relajado sea el tempo de la canción, mejor. Una apuesta por la música musculosa y cocinada a cámara lenta que podrán disfrutar los asistentes a la próxima edición del Convenanza Festival. Que por cierto, es también el festival preferido de Johnston.
Empecé a pinchar un poco por casualidad, porque tenía una buena colección de discos y me pagaban por utilizarla -bromea Sean Johnston desde su casa en Londres-. La primera vez que pinché fue en un bar, en 1986. Llevé una selección de música de todo tipo, desde soul o funk hasta synth pop. En aquel momento ser Dj era algo utilitario: se trataba de conseguir que la gente bailara, y no existían grandes preocupaciones acerca de la técnica o de la atmósfera. Un par de años después llegó el house y todo cambió. Decidí mudarme a Londres para vivir lo que parecía ser una revolución de primera mano.
Viejas y nuevas revoluciones
Johnston vivió aquella revolución y otras muchas que habrían de llegar.
A lo largo de mi carrera he pasado por muchas épocas. He pinchado house y pop electrónico, he tenido mi etapa de techno de Detroit, he pinchado breakbeat, drum’n’bass, dub y prácticamente cualquier género que se te pueda ocurrir.
En paralelo a su carrera de Dj, Johnston ha ido probando suerte en el mundo de la producción. Durante la década de los noventa alumbró varios alias en colaboración con amigotes del calibre de Jake Davies o Rich Johnstone; proyectos como IPO Mob, United Fruitcake Outlet o The Flash Faction, que hoy están olvidados (y probablemente con razón). No fue hasta finales de la década pasada cuando, de nuevo con Jake Davies, dio forma al que se ha convertido en su proyecto más popular, Hardway Bros.
Al principio era una colaboración tradicional, con los dos produciendo música juntos en el estudio, pero de repente Jake se mudó a California, a trabajar con gente como Björk, William Orbit o Madonna, y todo empezó a complicarse. Intentamos que funcionara, nos enviábamos archivos por Internet y yo viajaba a Los Ángeles cuando podía, pero al final terminó por convertirse en un proyecto solo mío.
Johnston y Weatherall, condenados a ser amigos
Un proyecto que hunde sus raíces en el pasado, en el intelligent techno de los primeros noventa, en la EBM de los ochenta, en el pop psicodélico de los noventa, para facturar inspiradísimas pistas de house, capaces de poner boca abajo la pista de baile más reticente. Su único problema, en realidad, es lo escaso de su producción, que apenas alcanza a un maxi por temporada, y a veces ni eso .
Ya estamos otra vez con esa fama de vago que muchos quieren echarme encima -responde Johnston mientras seríe-. La verdad es que no es tan sencillo. Pincho todos los fines de semana, hago remezclas con una cierta regularidad, y además soy el padre de dos niños, así que no dispongo de todo el tiempo del que me gustaría. Pero, bueno, te puedo avanzar que tengo casi terminada la producción de un disco para la cantante francesa Sarah Krebs, y que estoy produciendo temas con idea de publicar un disco con Hardway Bros antes de que termine el año.
¿Cómo conociste a Andrew Weatherall?
Debió de ser alrededor de 1998 o 1999. Nos presentó un amigo común en una fiesta y descubrimos que teníamos intereses comunes, que vivíamos en el mismo barrio de Londres y que encima nos gustaba la misma música. Estábamos condenados a hacernos amigos.
Dejarse transportar por la música
¿Y cuándo se os ocurrió la idea de montar A Love from Outer Space?
Hace seis años, mientras estábamos hablando, descubrimos que a los dos nos gustaba mucho la música que iba despacio. Y empezamos a preguntarnos qué pasaría si bajáramos el pitch en general. Ya sabes, en los clubes normales se pincha a una velocidad de entre 120 y 125 BPM, y nosotros estábamos pensando en reducirla a entre 100 y 105 BPM. La ventaja, además, es que al bajar la velocidad podíamos empezar a pinchar un montón de temas de house, disco y techno que no suelen entrar en las maletas precisamente por eso: porque van muy despacio.
¿Y cómo se ha tomado el público este concepto?
Pues al principio no muy bien. En los clubes suele haber sobre todo gente joven, que no termina de entender esta idea de que hay que dejarse llevar, de que hay que dejar que la música te transporte. Hemos visto casos de gente que se ponía muy nerviosa y nos llegaba a amenazar (risas). Pero, bueno, poco a poco se ha ido corriendo la voz y ahora la gente que viene a vernos sabe lo que se va a encontrar.
¿Cómo es una sesión de A Love from Outer Space?
Pues nos gusta tocar durante mucho tiempo, hacer sesiones muy largas, para poder crear una atmósfera propicia, que es algo más complicado de lo normal porque el público no está acostumbrado a esta propuesta. Y no tenemos demasiados prejuicios: pinchamos música actual pero también temas muy antiguos. De hecho, nos gusta definir nuestras sesiones como “paseos por la historia de la música electrónica y de la música de baile”.
Convenanza Festival, su festival favorito
En septiembre estaréis pinchando en el Convenanza Festival. ¿Qué nos puede contar Sean Johnston del festival?
He estado en todas las ediciones, echando una mano en lo que podía, y la verdad es que se ha convertido en mi festival favorito. Tiene un concepto muy particular. Visto desde fuera, parece un campamento de verano que se ha montado Andrew Weatherall. La verdad es que es una buena definición (risas). Tiene algo de ese espíritu, el reencuentro con los amigos en un entorno que parece sacado de un sueño, varios días en los que se come y se bebe bien, y encima se puede oír buena música.
Lo decía también porque Weatherall está directamente implicado en más de la mitad de los nombres que aparecen en el cartel, y parece que el resto son bandas o artistas a los que tiene ganas de ver.
Siempre ha sido un poco de ese modo. Ya desde la primera edición, que se celebró en un club de la ciudad, existía esa sensación de camaradería. Es algo en lo que Andrew y su socio en el festival, Bernie Fabre, han puesto mucho cuidado.
El entorno también parece muy importante.
Lo es. El escenario del festival está montado en el patio del castillo de Carcasona. Es un escenario grande y con una iluminación cuidada, lo que ayuda a construir una atmósfera muy intensa. Como público es bastante impresionante, pero cuando estás encima y puedes ver toda la ciudad y el valle a lo lejos, la sensación ya es indescriptible.
Una limitación con encanto
Esa atmósfera tan especial es también el talón de Aquiles del festival, ¿no crees? Lo digo porque el aforo tiene que ser muy limitado.
Es cierto. En el castillo caben entre 1.000 y 1.200 personas. Es todo lo que da de sí el espacio, así que no hay manera de hacerlo más grande. Imagino que esa limitación es también una parte de su encanto: si pudiera ser más grande, posiblemente terminaría por hacerse mucho más comercial.
De hecho, parece encajar en ese tipo nuevo de festival que ha surgido en los últimos años, y que en ciertos círculos se define como “boutique”. Un festival para un público más maduro, que ya no tiene edad para ir a las citas más masificadas, pero sigue queriendo ir a festivales.
Es una cuestión interesante. Y, de hecho, en la primera edición sucedió un poco esto que cuentas. Pero ya en las dos siguientes comenzó a aparecer un público más joven. Gente que venía de Barcelona o Montpellier, pero también de sitios mucho más lejanos, como Sudáfrica o Australia. Se está convirtiendo en una cita muy internacional.
Espontaneidad y sin planes preconcebidos
¿Tenéis pensado en algo especial para la sesión que haréis con A Love from Outer Space?
Llevo algún tiempo comprando muchos discos, tanto nuevos como antiguos, y recibiendo promos con mucha calidad. Creo que llevaré unas sesenta o setenta canciones que nunca he usado antes en nuestras sesiones, y me consta que en el caso de Andrew la cifra debe de ser parecida. Pero tampoco significa nada: nos gusta ser espontáneos y no llegar con un plan de acción preconcebido. Es mucho mejor subir al escenario y dejar que el entorno se apodere de ti. Pensar cómo está la gente, qué temperatura hace, cómo de oscura está la noche o el tipo de respuestas que ha demostrado el público en los conciertos anteriores. Es la suma de muchas cosas la que convierte la sesión en algo interesante.
Entrevista: Vidal Romero
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