Con más de treinta y cinco años de carrera a sus espaldas, la mayoría de las bandas de rock estarían repitiendo fórmulas desgastadas o buscando algún productor que les ayudara a recuperar la chispa. No es el caso de Flaming Lips: con cada disco nuevo, la formación que lidera Wayne Coyne parece querer romper los límites de la psicodelia, aunque eso signifique embarcarse en colaboraciones extravagantes, jugar a reinventar el repertorio clásico de The Beatles, tirarse a tumba abierta a un abismo de electricidad y drones, o convertirse en banda de acompañamiento de una estrella de pop comercial del calibre de Miley Cyrus. Su última aventura, “Oczy mlody” (Bella Union, 2017), está entre lo más accesible que semejante pandilla ha publicado en la última década, aunque en su caso eso signifique hablar de unicornios y monstruos de algodón de azúcar, mientras la música resuena de fondo, extrañamente acariciadora, extrañamente perturbadora.
“La verdad es que hace ya mucho tiempo que no pensamos en los discos de una manera convencional”, responde Wayne Coyne al otro lado del teléfono. “Llegan cuando llegan, y nosotros simplemente nos amoldamos a ellos”. Plantear las razones por las que había vuelto a grabar un disco de canciones y estructura más o menos pop, después de una década de lanzamientos que oscilaban entre el experimento obtuso y el capricho insensato, simplemente no encaja dentro del particular universo de una banda como Flaming Lips, que no entiende el negocio de la música de una manera convencional. “En este caso concreto, el proceso comenzó mientras estábamos ayudando a Miley Cyrus a producir su disco”, ese Miley Cyrus and Her Dead Petz (2015) que sorprendió por igual a los seguidores de la cantante y de la banda. “Habíamos estado asimilando distintas influencias de toda la música que ella nos enseñaba, pero también de las imágenes tan alocadas que es capaz de imaginar, de ese universo extraño que lleva en su interior. Así que estábamos trabajando en esa especie de toma y daca, probando cosas diferentes, intentando llevar a nuestro terreno los estilos y el tipo de sonidos en los que ella nos estaba sumergiendo, y de repente llegamos a esa deliciosa canción instrumental que abre el disco y le da título. Aquello no encajaba con las producciones que estábamos realizando con Miley, así que decidimos seguir investigando en esa dirección, y nos embarcamos en un viaje mágico, con muchísimas ramificaciones. Pero no creo que haya una idea singular; un disco es al final un montón de ideas pequeñas, que funcionan bien juntas”.
Después de escuchar varias veces Oczy Mlody tenía la impresión de que una de las canciones, One night while hunting for faeries and witches and wizards to kill, funcionaba de algún modo como centro de gravedad del disco, como la pieza alrededor de la que todo se había construido. Pero es que en realidad esos versos que suenan al principio de la canción, One night while hunting for fairies / And witches and wizards to kill / I came across a hole in a tree in the forest / I climbed inside the tree hole with small fear / And loaded my gun, fueron los primeros que escribí mientras estábamos grabando. Esos versos nos llevaron hacia todos los otros sitios, estuvimos tres o cuatro días descubriendo nuevos personajes y paisajes, inventando los castillos, mariposas y duendes que pueblan todas las canciones. Y también es curioso cómo llegué hasta esos caracteres: me sometí a una sesión de meditación antes de sentarme a escribir. Confieso que me sentía escéptico acerca de los resultados, porque yo confío en otro tipo de sustancias y estados, pero me trajo una paz extraña y nueva, y a partir de ahí llegó un intenso flujo de creatividad. Es interesante eso que dices del centro de gravedad, no me había parado a pensarlo. Por si te interesa, te diré también que There should be unicorns fue la última canción que hicimos, la que nos hizo pensar que ya habíamos terminado con ese universo.
En la hoja de prensa hablas de Oczy Mlody como si fuera un cuento de hadas, y muchos de los personajes que aparecen en las canciones parecen sacados de un universo infantil. Pero al mismo tiempo, los sonidos escogidos y las propias letras transmiten una cierta desazón, un aire como a pesadilla. Es algo que nos están comentando en muchas entrevistas, y sí que hay algo de cierto en ello. Desde siempre nos ha gustado utilizar líneas de bajo profundas, baños de distorsión y progresiones en notas menores, y este caso no es una excepción. Cuidamos mucho la dinámica dentro de nuestras grabaciones, precisamente para conseguir que todos esos sonidos queden distribuidos en capas, esa idea de que hay cosas que están enterradas en la mezcla, que son casi subliminales, pero que siguen notándose de alguna manera. El tono del disco es optimista y alegre, pero también reconozco que existe ese plano de fondo que suena oscuro y amenazador, y eso te lleva a sentir que hay algo que no termina de encajar, una especie de monstruo que está esperando el momento para salir a la luz.
La atmósfera del disco es muy relajada, sin sobresaltos ni canciones agresivas. Casi parece un estado mental. Tomamos la decisión de hacer un disco lento y suave, algo que se pudiera escuchar a las tres de la mañana en un estado de duermevela. Por eso es todo tan apacible y delicado, porque está orientado a crear una atmósfera de ensoñación. Aparte, nos gusta demostrar que sabemos hacer música relajada, que no necesitamos ser siempre unos brutos ruidosos, sino que también podemos ser sutiles, que podemos buscar la intensidad de una manera diferente.
Una de las maneras de conseguir ese objetivo ha consistido en eliminar las baterías. Muchas de las canciones no tienen ritmos, y entre las que sí tienen abundan las cajas de ritmos, que dan un toque más hipnótico y maquinal. La verdad es que nunca pensamos de antemano qué instrumentos vamos a emplear, no solemos cerrarnos puertas en ese sentido. Tenemos la suerte de disponer de un estudio muy bien equipado, con todo tipo de tecnología antigua y moderna, así que tendemos a mezclar muchos recursos diferentes, a veces por pura diversión. Y tampoco nos da miedo la tecnología: utilizamos ordenadores desde hace muchos años, aunque creo que muchos de nuestros seguidores se asustarían si lo supieran. Pero bueno, algo que siempre me ha gustado es comparar la escritura de canciones con la pintura: puedes recurrir a un montón de técnicas diferentes, puedes pintar algunos trazos de un cuadro con la mano o con brochas, y luego retocar el resultado con un ordenador, pero al final lo que importa es la emoción que hayas volcado.
Otro aspecto interesante de Oczy Mlody es que se trata de un disco sin singles claros. ¿No resulta arriesgado grabar discos conceptuales en esta época millennial, en la que se escuchan las canciones a través de programas de streaming? Entiendo lo que quieres decir, pero también me gusta pensar que la audiencia, o que al menos una parte de la audiencia, funciona de la misma manera que yo. Me gusta todo tipo de música, desde los singles comerciales que me enseña Miley hasta Aphex Twin o ASAP Rocky, y muchas de mis canciones favoritas de Bjórk no eran singles claros al principio. De hecho, ahora que lo pienso, no tengo muy claro qué es lo que define a un single; en el caso de Flaming Lips siempre han existido otras personas que me lo han dicho, y mi respuesta ha sido invariablemente la misma: “oh, vaya, fantástico, nunca lo hubiera imaginado”. En el fondo, creo que somos incapaces de escribir música de una manera aislada, y Oczy mlody es una prueba de esa incapacidad.
flaminglips.warnerbrosrecords.com
Entrevista: Vidal Romero
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