Menudas agallas gasta la realizadora Julia Ducournau en su propuesta indomable y de autor. Con su segundo largo para la gran pantalla no solo ha logrado que se convierta en la segunda directora -y cuarta mujer- en ganar la Palma de Oro en Cannes, también es un ejercicio soberbio de cine imborrable. “Titane” es un examen de conciencia a través de una historia tan intrigante como extraña y fascinante.
«Titane» en síntesis
Se trata de una historia de casi dos horas de duración que bien podría dividirse en dos tramos. Dos actos. Todo comienza con un fortuito accidente de coche. Tras él, la pequeña Alexia (que ya apuntaba maneras como incordio) es intervenida de un traumatismo severo con una craneoplastia. Es ahí cuando le implantan titanio, el curioso hilo conductor de este filme tan vibrátil.
Sin desgranar mucho la mazorca de acontecimientos, poco o nada tarda en dispararse la cosa. En apenas secuencias descubriremos a una indómita muchacha que se gana la vida bailando ‘sugerentemente’ y que prende como tan rápido como la gasolina.
Un bofetazo moral
Con la mano abierta, además. Si reflexionas mientras la ves sentado en el cine, nunca saldrás de ahí. Déjate llevar, ya tendrás tiempo cuando te levantes de la butaca, seguramente aún con el impacto de lo sucedido, de rebanarte los sesos.
Libre, arriesgado e independiente. Así es el discurso de Julia Ducournau en sus dos largometrajes hasta la fecha: “Crudo” (2016) y “Titane” (2021). En esta ocasión nos desgarra las neuronas con un mensaje tan brutal como necesario y esencial: la necesidad de amar.
Ella lo hace saltándose desde un principio cualquier acurruco y toque acaramelado de un domingo por la tarde. Prefiere el impacto inmediato y el desahogo violento. Vía libre a una implacable realidad no exenta de trazos herencia del mejor thriller fantástico.
Más allá del impacto y la sangre, coexiste una historia de amor única entre dos seres muy necesitados: Alexia y Vincent.
Titane, hermosa e inquietante
La veteranía del actor Vincent Lindon se alía de maravilla con la sabia nueva y la soberbia actuando de Agathe Rousselle. El tándem es dinamita pura. Aunque tengo bastante debilidad por él, ambos nos ofrecen grandes actuaciones. Solventes a la hora de arrancarnos el corazón dejándonos solo los ojos para ver.
En un festín donde no falta el salvajismo súbito, la desnudez del cuerpo y del alma, lo ingobernable, a su vez el éxtasis musical, ellos conviven en felicidad y miseria. Alexia encuentra en él –jefe de bomberos traumatizado por la desaparición de su hijo y los achaques de la edad- el padre ‘perfectamente imperfecto’ que nunca tuvo.
De hecho se ralla el cristal cada vez que aparecen en pantalla ella con su padre bilógico (sospechosamente correcto, y he aquí una de las muchas e interesantes reflexiones paralelas que ofrece “Titane” y que luego igual revisamos en el bar o en el sofá de casa).
Visual y musicalmente (como ya veremos más abajo) la hacen también atípica. Entiendo que no resulta cargante ni en las secuencias más gore, sexuales, alucinógenas… ni siquiera en las más reflexivas. Vale, es por momentos fuerte de cojones. Se experimenta con nuestra identidad más primitiva y nos retorcemos con la realidad de lo imposible.
Tras los pasos de Cronenberg, Aronofsky y Tsukamoto
Como se apuntaba al principio se trata tan solo del segundo largometraje de Julia Ducournau. Y por lo tanto su cine, más aún este nuevo trabajo, no para de ser cotejado. Y por lo visto, por lo leído, ella siempre sale airosa.
Muchos son los que ven en “Titane” bastante esencia legada del maestro del body horror David Cronenberg. A bote pronto nos asaltan a la cabeza títulos como “Crash” (2004) o “eXistenZ” (1999). Que también «Una historia de violencia» (2005) y la mítica «Rabia» (1977) como poco, por las horrendas consecuencias de la cirugía plástica experimental.
Uno hecha la vista atrás, alrededor, como prefieras, y también se topa con una rareza, originalidad y bestialismo dignos de Shin’ya Tsukamoto («Vital» 2004, «Tetsuo» 1989). O el enfoque abstracto y humano-decadente del no menos enorme Darren Aronofsky.
Julia no lo ve así
Ella se confiesa y asegura que buscó inspiración en fotografías (Nan Godin), pinturas (Magritte, Winslow Homer) y dibujos. Y que si de algún modo se deben establecer conexiones formales estas deberían ser con el film de Sam Mendes “1917” –algo que no acabo de ver, quizás algunos detalles técnicos en las luces y sombras- o John McNaughton y su infame “Henry: Retrato de un asesino” (1986), toda una masterpiece de alcanzar el abismo a base de asesinar. Henry asesinaba impunemente y luego se piraba por ahí como si nada.
Sea como sea, sigo encontrando en Julia Ducournau una directora con diálogo propio. Sabe, sin tener que fijarse en nada ni nadie, como doblar la moral del espectador. Empática con el horror, vehemente con la naturaleza más terrenal y humana. Con un lenguaje visual, además, directo y original.
Lo suyo en “Titane”, un recorrido emocional por cierto tipo de dolor espiritual tan contemporáneo como invisible. Y, como “la letra con sangre entra”. Pues eso.
B.S.O. de Titane
El papel de la banda sonora es vital. El encargado de la misma es Jim Williams (“Possessor Uncut”, “Crudo”, “Kill List”). El compositor británico nos retrae y nos exalta. Juega con nosotros, y la imagen se desvive con él. Potencia la tensión, los giros dramáticos o nos hace vibrar a la vez que flotar cuando toca.
Y no viaja solo en la hora y cuarenta ocho minutos que dura el metraje. Se incorporan con mucho acierto al relato el clásico de The Zombies “She’s Not There” u otra gran canción como “Doing It To Death” de The Kills. En su conjunto, momentos inolvidables a la vez que impactantes. Hermoso y un tanto bizarro ver a todo el cuerpo de bomberos bailando al son de Future Islands y el tema “Light House”. El mismo que un tiempo después acabaremos viendo grillado y descamisado al ritmo machacote del gabba.
Película disponible en www.primevideo.com
Texto: Bruno Garca
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